La Emperatriz Teodora en el Coliseo (Benjamin-Constant)
Uno de los ascensos más
meteóricos de la historia fue el que
protagonizó una joven cirquera y meretriz a
quien hoy conocemos como la emperatriz Teodora de
Bizancio, quien supo sobreponerse a un pasado
bastante escabroso a tal punto que gracias a ella
su marido pudo conservar el trono.
Nacida hacia el año 502 de
la era cristiana, era la hija de un cirquero
llamado Acacio que poseía varios osos
amaestrados, y no se sabe exactamente si Teodora
nació en la isla de Creta o en Siria. Acacio
trabajaba en el hipódromo de Constantinopla,
donde era maromera y mimo. Dado que de todas
maneras la profesión del show business no era
muy bien vista para las mujeres, teodora desde
muy chavala comenzó también a ejercer el oficio
más viejo del mundo para complementar los
ingresos. Se cree que Teodora perdió su «sello
de garantía» con un comediante llamado Filippo
mientras esperaban tras bambalinas su entrada al
escenario. Entre los actos de Teodora estaba
montar semidesnuda encima de briosos corceles, y
en varias ocasiones le ponían gansos salvajes a
recoger frutas y granos sostenidos por la
muchacha en su entrepierna. Teodora parecía no
conocer el miedo, y esa característica habría
de servirle de mucho en el futuro.

     

El Emperador Justiniano y la Emperatriz Teodora
A los 16 años, Teodora se
fugó del circo como amante de un oficial.
Ecebolo, su amante, la conservó a su lado por 4
años pero luego la dejó botada y pipona en
Egipto. Al parecer el oficial tenía serias dudas
en cuanto a la paternidad del hijo que esperaba Teodora.
Teodora, desengañada y
triste, optó por refugiarse en la luminosa
Alejandría, lugar en el que conoció a Severo,
líder de la secta cristiana de los monofisos,
quienes creen que Jesús no fue mitad divino y
mitad humano, sino que le adjudican a Cristo
características completamente divinas.
Convencida sobre esta
doctrina, regresó a Constantinopla para trabajar
como hilandera en un taller cercano al palacio
donde moraba Justiniano, sobrino del emperador
Justino y heredero del trono bizantino.
La casualidad quiso que una
antigua amiga suya amante del general Belisario
(hombre de confianza del futuro
dignatario), la pusiera en contacto con las
elites aristócratas. En esos ambientes conoció
a Justiniano, que quedó prendado por su belleza
e inteligencia. De inmediato se convirtieron en
amantes y, en pocos meses, Teodora pasaba de los
infiernos circenses a la cúspide social como
patricia del Imperio Romano en Oriente, a pesar
de que existía una ley que prohibía que la
realeza y los nobles se casaran con prostitutas,
sirvientas o mujeres de orígenes dudosos. Tras
haberseles negado en tres ocasiones el derecho a
casarse, sobre todo por intrigas de la tía de
Justiniano (una arpía fabulosa conocida como la
emperatriz Lupino), por fin pudieron contraer
nupcias. Tras la muerte del emperador Justino, su
pariente accedió al trono y con él su flamante esposa, de 27 años de edad.
La actriz Sarah Bernhardt en el papel de Teodora (1884)
Una vez que se vio
convertida en consorte del monarca, Teodora se
dio a la tarea de establecer que no sería
solamente un ornamento, por muy bella que fuera.
Teodora tomó cartas en distintos asuntos
concernientes a mejorar la calidad de vida de las
mujeres del imperio bizantino, influyendo en su
esposo Justiniano para que codificara el derecho
romano en el "Corpus Juris Civilis".
Inspiradas por ella aparecieron leyes que
defendían la igualdad de la mujer, el derecho al
divorcio, la prohibición de castigos por
adulterio, el reconocimiento hacia los hijos
bastardos y la defensa de sus derechos de
herencia, la imposición de penas para los
violadores, la posibilidad de abortar y la
prohibición de la prostitución forzosa.
Además, se encargó de crear planes de rescate
para jóvenes que habían sido prostitutas,
rehabilitándolas para otros oficios. Tambien
promulgó leyes que permitieran que las mujeres
pudieran ser propietarias y heredar sumas de
dinero o propiedades y además mejoró el sistema
de atención a la salud femenina.

La Emperatriz Teodora de Bizancio y su corte (mosaico de la Basílica de San Vitale en Rávena)
Para colmo, Justiniano
atendía a los consejos sabios de su mujer, y
pronto prefirió escoger asesores de humilde
origen pero de gran probidad, prefiriéndoles por
encima de corruptos nobles. El rebelde Procopio
concibió un odio visceral en contra de Teodora,
acusándole de hacer cornudo a Justiniano y de
manejarlo como títere. Además, afirmaba que
Teodora subyugaba a su pelele marido recurriendo
a toda suerte de malos trucos aprendidos en su
oficio de meretriz, y las malas lenguas con la
mía a cargo del club sostenían que Teodora fue
además precursora del strip tease, el cual se lo
ejecutaba a Justiniano hasta quedar solamente vestida con joyas.
Teodora había sido
coronada junto a su marido un 4 de abril del año
527 y gozaba al máximo de su poder. Es por eso
que cuando se dio la revuelta de Nika, mostró de
qué acero estaba hecha. Dos grupos políticos,
rivales entre sí, comenzaron un alboroto en el
hipódromo. Luego prendieron fuego a varios
edificios gubernamentales y proclamaron a un
nuevo emperador. Justiniano y sus oficiales no
pudieron controlar a la muchedumbre, y ya estaban
listos para hacer operativo cusuco cuando Teodora
se armó de valor, lanzó un discurso de la
importancia de un hombre que moría como líder
por encima de la de otros que vivían como
cobardes, y la gente se conmovió. Ipso facto,
Justiniano dejó de actuar como eunuco y se
lanzó a atacar a los rebeldes con sus huestes.
Unos 30 mil rebeldes murieron en el Hipódromo,
emergiendo Justiniano como victorioso en gran
parte por la valentía y el coraje de su hermosísima esposa.
Una reconstrucción de la Basílica de Hagia Sofía antes de su conversión en mezquita
Teodora impulsó el
embellecimiento de la ciudad de Constantinopla,
erigiendo puentes y acueductos además de 25
iglesias, entre ellas la de Hagia Sofía. Teodora
además protegió a los miembros de la secta
monofisita, llegando a instalar como patriarca de
Constantinopla a un prelado de esa secta. Teodora
además fue una genuina reformista social y una
verdadera mecenas del arte sin necesidad de bombo
y platillo o de estafar a ninguna entidad financiera.
En 548 se le manifestó un
incontenible cáncer de pecho que en pocos meses
le arrebató la vida. Tenía poco más de 40
años y había logrado entrar en la galería de
personajes más relevantes y decisivos de la
Historia. Su cuerpo fue remitido a la Iglesia del
Santo Apóstol, uno de los templos más
espléndidos que ella y Justiniano habían
mandado a construir.
Bellos mosaicos que
rememoran la belleza de Teodora aún existen en
Ravena, Italia. Justiniano quedó como cúcala
desarbolada a la muerte de su consorte, y una
secta de cristianos la considera una santa cuya
fiesta se conmemora los 30 de diciembre. Para
otros, entre ellos Procopio, Teodora fue una
ramera oportunista que manipuló descaradamente a
Justiniano. Sin embargo, la influencia de esta
preciosa y audaz mujer sigue sintiéndose incluso
hoy en día en las obras de feministas y
filántropos que han sabido recoger su ejemplo.