Alemania, años 30
Los nazis habían hecho quemar el Reichstag desatando el terror en Berlín. El peligro estaba latente. Las
denuncias, allanamientos y detenciones se
multiplicaban a diario. El círculo que bajo la
doctrina científico-biológica de
las razas encerraba a los judíos se trataba
ahora de una cuestión de vida o muerte.
Nadja Bider (quien más tarde sería la madre de
Tamara) no sólo era una judía, sino además una
rusa, nacida en Odessa, y una comunista
militante. Estudiante de arquitectura en la
Universidad Técnica y profesora de alemán en la
Representación Comercial de la Unión Soviética
en Berlín. Reunía todas las cartas de
presentación que frente a los nazis le
garantizaban un final trágico y tenía plena
conciencia de su condición ante el poder
alemán. De algún modo logró pasar inadvertida
por un tiempo, hasta que en su Facultad
comenzaron a aparecer estudiantes con el uniforme
de las SS y, como era de esperarse, no tardó en
llegarle una citación urgente de la Gestapo que la intimaba a declarar.
Nadja comprendió que debía abandonar Alemania ese
mismo día (lo cual le fue posible gracias a su
pasaporte extranjero) y dispersar a su familia en
territorios todavía seguros. El plan original de
ella y su pareja, Erich Bunke -con quien no
habían podido casarse legalmente a raíz de su
condición de judía- era emigrar a Rusia pero,
dadas las circunstancias, los papeles tardarían
demasiado. La única opción fue pensar en un
país alejado del escenario europeo, donde
reinara la paz y se brindaban facilidades para
inmigrantes. Corría el año 1935 y, 10 días
después de aquella citación, desde suelo
francés, los Bunke y otros familiares tomaron un barco a Buenos Aires.
Tamara Bunke cuando era niña
Argentina
Nadja y Erich, que tenían un hijo de meses, se casaron no bien llegaron a la Argentina, al día
siguiente de la Navidad de 1935. En 1937 nació
Tamara, quien creció y se educó en el ambiente
de una familia dedicada de lleno a la causa comunista.
Alrededor de un 10 por ciento de los habitantes en la Argentina tenía origen alemán y las colonias de
los inmigrantes eran muy numerosas. Además,
existía un partido comunista y allí,
rápidamente lograríamos hacer amigos,
recordaría Najda. Y así fue: la casa de los
Bunke se convirtió en el centro de reuniones del
partido (considerada en esa época una
organización ilegal) y depósito de material de
propaganda. Una vez desatada la guerra
participaron también de la organización
Junta de la Victoria para ayudar a los aliados.
Tamara se formó en un colegio alemán de Buenos Aires y pasaba sus vacaciones en colonias veraniegas de
Córdoba (en Calamuchita), donde recibía una
intensa preparación física. Llegó a la
adolescencia sintiéndose, sin embargo,
totalmente argentina. Según su
madre, la pequeña Tamara no presenciaba aquellas
reuniones políticas que transcurrían por las
noches, ni escuchaba términos como
subversión o lucha armada.
No obstante, a medida que crecía, se le explicaba
el motivo de ese exilio en la Argentina, las
aspiraciones y actividades que sus padres
desarrollaban por el ideal de una sociedad
más justa, y los deseos de regresar un
día a Alemania para construir un país
democrático-socialista. Para cuando Tamara
tenía 14 años, en 1952, los Bunke decidieron
abandonar el país y mudar toda la familia a la
recientemente formada República Democrática de
Alemania. Un cambio muy fuerte que pobló la
mente de la joven de nostalgias y recuerdos de su querida Sudamérica.
Tamara Bunke con 14 años en la RDA
República Democrática Alemana
Se instalaron en una nueva ciudad llamada
Stalinstadt, aún en construcción y levantada
(literalmente) ladrillo por ladrillo a través de
una organización comunitaria. Cuando
llegamos a Alemania nos encontramos con las
ruinas de la guerra. La gente hablaba día y
noche del terror a los ataques aéreos, las
bombas por las calles, los campos de
concentración, la muerte y la tortura, cuenta Najda.
En 1949 la zona ocupada por los rusos se había constituido en un nuevo Estado y el entusiasmo se contagiaba
entre los simpatizantes de la izquierda. Pronto,
la Tamara melancólica de los comienzos que
lloraba añorando su país y luchaba con un
endiablado idioma que apenas si conocía y lo
hablaba con marcado acento porteño, fue
cautivada por esa energía arrolladora de los
ideales revolucionarios: entró en la juventud
con el más impetuoso espíritu de rebelión.
Comenzó a practicar tiro deportivo a los 14
años y se destacó en diversas competencias; se
convirtió en miembro de la organización
comunista Juventud Libre de Alemania; leyó a
Marx y a Engels e intensificó su correspondencia
con jóvenes argentinos y de otros países
latinoamericanos. Su obsesión con Sudamérica
creció sin límites; y trasladó esa incansable
vocación por el continente a cuanto la rodeara,
transformándose en una especie de
consulado y comité de recepción
para todo latinoamericano que llegara a la RDA.
Para esa época recibía la última carta de su
amigo Peter, un compañero del jardín de
infantes de Buenos Aires, quien desde los 4 años
vivió completamente enamorado de Tamara.

     

Tamara Bunke
También él había dejado la Argentina, pero para irse a Israel, y en la carta le anunciaba que se
casaría con una muchacha de trenzas, tan
rubia como ella. Más tarde entró a la
Universidad Humboldt de Berlín con gran
actividad en la política universitaria, a los 21
años se afilió al oficialista Partido
Socialista de Alemania y con ello comenzó a
hablar de la idea de tomar parte en la lucha
revolucionaria para llevar sus ideas sobre todo a
la Argentina. Mientras tanto, su fiebre aumentaba
con la distancia: organizó una exposición en la
Biblioteca Nacional sobre la prensa (que
coleccionaba meticulosamente) de los hechos
ocurridos en Cuba, fundó en la Universidad un
centro para latinoamericanos que se reunían
regularmente para informarse y discutir la
evolución política de los países del Cono Sur,
integró manifestaciones y grupos de solidaridad con Cuba, etc.
Recién en 1960 llegó el detonante: Ernesto Che Guevara viajó a Leipzig como director del Banco Nacional
de Cuba y el Consejo Central de Juventud Libre
Alemana mandó a un representante oficial con una
intérprete, que fue justamente Tamara. En esa
gran conferencia, como nunca y al lado del Che,
manifestó el orgullo de ser argentina y el
fervor incontenible por participar de esos
acontecimientos históricos que devoraba a
través de las noticias. De alguna manera su
sueño debía convertirse en realidad: durante
dos años preparó el permiso para salir de la
Alemania comunista para finalmente volver a
Latinoamérica. La invasión norteamericana a
Playa Girón en abril de 1961 la decidió
definitivamente. Envió un telegrama a Cuba para
informar que estaba lista y en menos de un mes aterrizaba en La Habana.
Tamara Bunke en Cuba
Cuba
En Cuba su actividad comienza con el plan de alfabetización y tareas de traductora e intérprete frente a las
delegaciones alemanas. Al año siguiente ingresa
a la Universidad de La Habana para estudiar
periodismo; y, como una excepción muy especial a
la regla con extranjeros, viste el uniforme de la
milicia cubana. En 1961, apenas llegada, fundó
también un grupo que estudiaba la posibilidad de
crear una organización en la Argentina.
Los numerosos testimonios de quienes conocieron a
Tamara y luego contribuyeron a alimentar su
leyenda, coinciden en retratarla como una mujer
atractiva, leal y carismática, que sabía tratar
y conquistar a gente de todos los niveles y
clases sociales. Su rol en Cuba era valioso y su
brillante desempeño no dejaba de ser premiado.
Su carnet del Partido Comunista de Cuba
Última foto de Tamara Bunke en Cuba
Sin embargo, el reconocimiento más gratificante a
sus méritos le llegaría en 1964, para darle
otro giro fundamental a su vida, de la mano del
Che; cuando en una muestra de total confianza le
encomendó a Tamara la misión de entrar a
Bolivia vía Europa occidental para preparar el
terreno logístico y establecer contactos a su
guerrilla. Una tarea que requeriría de mucha
paciencia, temple, valentía, discreción y
minuciosidad, además de un arduo adiestramiento
(de espionaje y militar). Era obvio que esta
muchacha desbordante de simpatía pero con una
voluntad de hierro a la hora de guardar secretos,
tenía los ingredientes necesarios para el
cóctel de la espía perfecta. Tamara Bunke se
transformaría así en Haydée González, Marta
Iriarte, Laura Gutiérrez y muchas otras, según
las circunstancias impuestas por su misión, con histriónica habilidad.
A partir del momento en que fue designada debió apartarse de sus amigos y olvidar todo rasgo del pasado
para no incurrir en errores. Con su novio cubano
se comprometieron y juraron encontrarse para
formar una familia después de cumplir su
cometido. Debió aprender la historia de su nueva
personalidad y hasta fabricar afectos a través
de una correspondencia codificada (recuerdos:
repetir la noticia; saludos: todo en orden; un
abrazo: dificultades; un fuerte abrazo: graves
dificultades
). Con el objeto de componer el
rompecabezas de la ilegalidad,
después de varios años regresó a Europa, a la
Berlín de sus estudios y su adolescencia.
Viajó por
varios países europeos y hasta actuó al detalle
el más perfecto way of life burgués. En Berlín
resistió la tentación de salir corriendo a ver
a los padres, mientras se alojaba a metros de su
propia casa. Si ellos hubieran sabido qué
tan cerca estábamos, apenas cientos de metros
del lugar donde trabajaban y vivían. Incluso, he
llegado a ver su edificio, decía Tamara.
Observaba las aulas de la Universidad, la gente
misma con quien había compartido años,
escondida ahora en la sombra de su nombre falso.
Como agente secreto, debía esperar con calma,
pensar con objetividad y actuar con rapidez. Como
mujer estaba sola y enferma de miedo. Vivía de
hotel en hotel pendiente de las noticias de Radio
Habana en un aparato portátil y esperando
instrucciones para sus próximos movimientos. Al
final de su período de formación en
Europa, el Che la citó otra vez en el Ministerio
de la Industria en La Habana y estaba ya pronta para actuar en Bolivia.

Tamara Bunke como Laura Gutiérrez, en Bolivia
Bolivia
Años
enteros había pasado copiando cintas con cantos
folklóricos argentinos, brasileños, chilenos,
tangos
Ese era su hobby, y fue la llave
para entrar a Bolivia. Laura Gutiérrez Bauer (su
seudónimo) era una etnóloga dedicada al estudio
del folklore que registraba música autóctona
para un trabajo de investigación que más tarde
publicaría. A través de Perú entró caminando al territorio boliviano.
En la
capital boliviana se mueve entre personalidades
de la cultura y la política, al punto de
sostener una estrecha relación con Gonzalo
López Muñoz, jefe de la Dirección Nacional de
Información de la Presidencia de la República,
amigo personal y de absoluta confianza del
presidente general René Barrientos. Así
consigue la acreditación como agente suscriptor
de un semanario dirigido a las personas de más
alto rango de la sociedad boliviana, que le da
acceso a las propias oficinas de Información. Su
inteligente y seria labor la lleva a penetrar en
casas de familias poderosas donde imparte clases
de alemán a los niños, se convierte en
colaboradora del Departamento de Folclore del Ministerio de Educación.
Establece relaciones con funcionarios de la embajada argentina mediante las cuales alterna con
círculos gubernamentales bolivianos. Juan Ortega
Leyton, pintor y especialista en museología,
quien fuera uno de sus primeros amigos en La Paz,
la recuerda interesada siempre en conocer mas sobre el arte boliviano:
"Se comportó muy bien en todos los sentidos, explica, le gustaba ir a fiestas, conversar con
las amistades, pero siempre guardando la
compostura. No era fácil que ella recibiera en
su casa, no tenía muchas comodidades. Sabía
conducirse moralmente, era muy agradable y ganó
la admiración de todos".
Su matrimonio con Mario Martínez, hijo de un
importante ingeniero en minas, le permite
legalizar su radicación definitiva en Bolivia y
desprenderse del acoso masculino que tanto le molestaba.
Después de dos años de solitario trabajo hace su primer contacto. Bajo el seudónimo de Mercy, el agente
le da la gran alegría de conocer que se le
había concedido la militancia en el Partido
Comunista de Cuba. Comenzaba asi la preparación
para una nueva y difícil etapa, que vence
gracias a su excelente capacidad de asimilación
y fantástica memoria. En esos momentos de espera
plasma sus sentimientos con poéticas palabras
que su propia vida dara respuesta:
"¿Dejar
un recuerdo con que he de irme, cual flores que
fenecen? ¿Nada será mi nombre alguna vez?
¿Nada dejaré en pos de mi en la tierra? Al
menos flores, al menos cantos. ¿Como ha de obrar
mi corazón? ¿Acaso en vano venimos a vivir, a
brotar sobre la tierra?"
A principios de mayo recibe la señal convenida y
su sorpresa es enorme cuando acude al lugar de
contacto y se encuentra a Papi (Jose María
Martínez Tamayo), antiguo compañero de Cuba.
Comenzaba, la labor de preparar la recepción y
traslado de los combatientes hasta la zona donde
se desarrollaría la lucha, cuidando, sobre todas
las cosas, evitar su detección y con ello la
pérdida de su eficiente labor de años. A su
arribo, el Che conversa con ella y le imparte nuevas instrucciones.
El 20 de diciembre el Che anota en su diario la
designación de Tania como parte de la red de
apoyo urbano y el día de fin de año se
entrevistaría con el jefe guerrillero en
Nacahuasu, donde recibe misiones para contactar
con revolucionarios en Argentina. Fue la ultima vez que visito su país.
Tamara Bunke en el campamento de Nacahuasu (Bolivia)
En marzo de 1967 viaja nuevamente hasta el campamento guerrillero para llevar a Regis Debray, Ciro
Bustos y Juan Pablo Chang (El Chino). En su afán
de trasladarlos hasta la base operativa del
naciente Movimiento de Liberación, Tania
incumple la indicación del Che de mantenerse
alejada de los revolucionarios. Su tercer y
último viaje a Nacahuasu le propician sin
porponérselo alcanzar su mayor ambición:
sumarse a la lucha guerrillera, pues la delación
de los desertores Vicente Rocabado y Pastor
Barrera hace imposible su salida hacia La Paz.
A partir del 27 de marzo, Tania será una combatiente más, que dará múltiples muestras de su valentía, eficiente preparación y alto
espíritu combativo, que la hacen una enemiga
temida por el ejército. Explica Paco, único
sobreviviente de la Retaguardia a la que
perteneciera Tania desde el 16 de abril, que más
de una vez ella quedó sola con una ametralladora
30, encargada de defender el campamento y se
oponía a cualquier privilegio por ser mujer.
El Che Guevara en Bolivia
Aquella tarde del jueves 31 de agosto de 1967, cuando sale de la enmaranada vegetación su delgada
figura de largos cabellos claros, portando un
M-1, cargada con la mochila y vistiendo pantalón
de camuflaje, botas algo grandes para sus pies y
una destenida blusa a rayas verdes y blancas, los
soldados agazapados en la maleza quedan
impresionados ante la presencia de la
guerrillera. La mujer que muchas veces les
conminará a la rendición avanza en la columna;
es la penultima en penetrar en la rápida
corriente del Río Grande. Marcha entre Paco
(José Castillo Chavez) y Joaquín (Juan Vitalio
Acuna). El agua le llega casi a la cadera cuando
se escuchan los primeros disparos. Levanta de
inmediato los brazos en un intento para comenzar
a disparar su metralleta, pero una ráfaga
disparada por el soldado Vargas le alcanza el
pulmón y su cuerpo inerme es arrastrado por la corriente.
"El Negro" (José Restituto Cabrera Flores), médico peruano a quien el Che encargara el
cuidado de Tania, trata de salvarla y se deja
arrastrar por la corriente. Nada desesperadamente
hasta que le da alcance y comprueba su muerte.
Siete días después encuentran su cadáver en la
orilla del Río Bravo. También esta la mochila
donde llevaba escasas ropas, libretas de
anotaciones con nombres y direcciones de personas
ajenas al movimiento revolucionario, presupuestos
de los víveres comprados y cintas grabadas con
la música del continente que tanto amó. Cuentan
que unas religiosas pidieron sus restos para
vestirlo y darle cristiana sepultura. Hasta el
cementerio de Valle Grande la escoltaron
soldados. El propio presidente Barrientos, quien
la había conocido en recepciones oficiales,
llego hasta allí; sin confesarlo admiró a la
bella muchacha de 29 años que burló todos los servicios de inteligencia.
Seis semanas más tarde también caería el Che.
El pueblo boliviano la convirtió en leyenda y Tania vive hoy en el grito de libertad que dicen se escucha
cada día en el lugar donde fue encontrado su
cuerpo, en las flores que colocan manos desconocidas en la tumba anónima del lejano paraje andino donde entregó su valiosa vida por la liberación de la humanidad.
Los restos de Tamara Bunke, trasladados a Cuba en 1999
Tamara Bunke actuó como una triple agente-top, que
trabajaba no sólo para Cuba sino también para
la KGB rusa y la Stasi de la RDA. Fue una joven
romántica que respondió apasionadamente a los
ideales de su tiempo y de su historia. Tamara
Bunke es el costado femenino de una revolución
que luchó por las utopías de su época, y que a
la luz de nuestros ojos nos obliga a reflexionar sobre el pasado.