
Simone de Beauvoir nació
en París en 9 de enero de 1908, en el seno de
una familia acomodada. Fue hija del abogado
Georges de Beauvoir y de Françoise de Brasseur.
Simone y su hermana Helène recibieron una
educación burguesa asentada en los valores de la
religión católica. Su padre, cuya vida se
debatió siempre entre la vieja aristocracia de
Saint-Germain y la burguesía, en realidad no
perteneció a ninguna de las dos clases, hecho
que condicionó sin duda su postura y relación
con el mundo. Pese a que pudiera parecer un
librepensador en materia de religión, sus ideas
políticas eran afines a las de la extrema
derecha. Se opuso al sufragio universal, y, por
prejuicios aristocráticos, también a la
República. Por su parte Françoise, la madre de
Simone, defendió siempre los valores que le
inculcaron sus padres: un profundo sentido del
puritanismo, el rechazo de todo materialismo y la
creencia en la fe como fuente de alimento de la existencia.
Georges de Beauvoir no tuvo
suerte en los negocios, sobre todo debido a su
irresponsable suegro (un banquero y especulador
de Verdún que terminó en la cárcel), que lo
instigó a participar en empresas arriesgadas que
terminaron por conducirlo a la ruina. Esa fue la
razón por la que, en 1919, los Beauvoir se
vieron obligados a abandonar su domicilio en el
barrio de Montparnasse para instalarse en un
pisito de la calle Rennes, húmedo y poco
luminoso, sin ascensor ni agua corriente. Simone
y Helène tuvieron que compartir habitación, y
además a los Beauvoir no les quedó más remedio
que prescindir del servicio, algo realmente
impensable en los círculos burgueses de la
época. El padre de Simone, para hacer frente a
su grave situación económica, encontró trabajo
como vendedor de publicidad en un periódico. Sus
aspitaciones aristocráticas pronto se
desvanecieron y su desprecio por los pobres era
cada día más evidente, probablementwe porque
él se había convertido en uno de ellos, Atrás
quedaron los canódromos, teatros, salones y
cafés, solo el resentimiento y la
insatisfacción ocupaban un lugar en su mente.
Frecuentaba los burdeles de la ciudad y regresaba
a casa a altas horas de la madrugada apestando a
alcohol. Françoise de Brasseur, por su parte,
siguió desempeñando el papel de buena y
comprensiva esposa, aunque su carácter
evidentemente terrminó tambien por resentirse de
esa otra vida que su marido llevaba, por lo que
las peleas entre ambos se hicieron cada vez más
frecuentes.
La infancia y adolescencia
de Simone y Helène estuvieron desde un principio
determinadas por los convencionalismo sociales y
morales sustentados sobre una ferrea moral
cristiana. Sin embargo, la joven Simone no tardó
demasiado en interesarse por la lectura y la
cultura en general, esa cultura que la llevaría
más tarde a erigirse como una de las
intelectuales más comprometidas y activas de la
Francia de mediados del siglo XX.

La Sorbona
y Jean-Paul Sartre
En 1927, Simone de Beauvoir
se licenció en Filosofía en la Sorbona. Allí
conoció a Jean-Paul Sartre, en hombre con el que
iniciaría una relación que, salvo breves
interrupciones, iba a durar prácticamente toda
su vida. "Sartre correspondía exactamente
al compañerpo con el que yo había soñado desde
los 15 años. Era el doble en quien encontraba,
incandescentes, todas mis manías. Siempre podía
compartirlo todo con él", escribió en
Memorias de una joven formal.. Sartre, desde un
principio, la llamó Castor, y (como dijo en más
de una ocasión) de ella le gustó que tenía la
inteligencia de un hombre y la sensibilidad de
una mujer (sic). Simone hacía tiempo ya que se
había independizado, que había abandonado para
siempre el hogar familiar. Estaba entusiasmada
con su libertad.
Se incorporó al círculo
de Sartre, al tiempo que enseñaba Filosofía en
distintos lugares de Francia, como Ruán,
Marsella o París.. Entre 1941 y 1943 fue
profesora en la Sorbona. Sin embargo, su carrera
se vio truncada cuando se produjo la ocupación
alemana de París a causa de la Segunda Guerra
Mundial; entonces decidió abandonar la docencia
para dedicarse por entero a escribir. Durante ese
período, Simone formó parte de la Resistencia
francesa y escribió su primera novela, La invitada (1943), donde abordó la
ideología existencialista de la libertad y la
responsabilidad individual, que volvería a
aflorar posteriormente en novelas como La sangre de los otros (1944) y Los Mandarines (1954)


Simone
de Beauvoir y Jean-Paul Sartre
El
existencialismo: inyección de vida
Terminada la guerra, Simone
comenzó a colaborar con Sartre en la revista Les Temps Modernes (1945), de la que el filósofo fue fundador y director. Los postguerra abría una brecha por la que fluyeron nuevas ideas capaces de poder
representar a una juventud también distinta. El
existencialismo, término acuñado por el
filósofo Gabriel Marcel (1889-1973), fue la
corriente intelectual que, alejada de la
filosofía tradicional, estaba en condiciones de
ir más allá de sus propia teorías y
convertirse en un modo de vida, porque ofrecía
una nueva ética a esa Francia que había quedado
escindida por la guerra. El existencialismo fue
el paradigma de la libertad que rompió
finalmente con los valores del pasado. La lucha
tenía, por fin, un sentido. En su ensayo Por una moral de la ambigüedad (1947), Simone de Beavoir
dice: "El hombre no es ni una piedra ni una
planta, y no puede justificarse a sí mismo por
su mera presencia en el mundo. El hombre es
hombre solo por su negación a permanecer pasivo,
por el impulso que lo proyecta desde el presente
hacia el futuro y lo dirige hacía cosas con el
propósito de dominarlas y darles forma. Para el
hombre, existir significa remodelar la
existencia. Vivir es la voluntad de vivir".

Esa aspiración de lucha
por la libertad constituye uno de los principales
postulados del existencialismo. Sin embargo, es
sabido que el camino de la libertad es arduo y
costoso. De lo que se trataba era de sostener que
la vida carece de sentido, es vacía y absurda, y
el hombre solo puede otorgarle un significado a
través de la acción. No obstante, a diferencia
de Sartre, que con el existencialismo articuló
un completo sistema filosófico, Beauvoir se
valió de él para escribir un par de ensayos y
algunos artículos, pero nada más. Para ella
ensayo y novela no debían estar separados. El
existencialismo era una filosofía de la
libertad, el portador de una nueva ética tanto
en el ámbito público como en el privado, una
filosofía del esfuerzo, que une al mundo y al
individuo y que sostiene que la liberación del
hombre no puede hallarse en el egoísmo, aunque
tampoco debe ser ilusoria. "El hombre es
libre: pero su libertad solo es real y concreta
en la medida en que está comprometida, es decir,
solo si tiende hacia un objetivo y trata de
realizar algun cambio en el mundo", afirmó
Beauvoir. A través de Les Temps Modernes
(que durante más de veinticinco años se
convirtió en uno de los principales iconos de la
vida intelectual francesa), Sartre y Beauvoir
defendieron sus tesis. Y fue allí donde Simone
publicó también los primeros capítulos de El
segundo sexo.

La lucha feminista
El segundo
sexo se publicó en 1949. Se trata del ensayo
feminista más importante del siglo XX. En esta
piedra angular del feminismo, la autora analiza,
desde una perspectiva histórica, social y
filosófica, la condición de las mujeres en las
sociedades occidentales. El segundo sexo está dividido en cuatro partes: en la primera, Beauvoir examina lo femenino desde el el punto de vista de la ciencia; en la segunda, reflexiona
sobre el tema desde la perspectiva de la
historia, en la que la mujer ha sido siempre una
presencia-ausencia (salvo algunas excepciones, la
mujer ha sido lo que el hombre ha querido que
fuera); en el tercer apartado, estudia los mitos
femeninos más antiguos y llega hasta la imagen
de la mujer creada por la literatura; la cuarta
parte, y última, es una reflexión sobre la
vivencia femenina en las diferentes edades de la
vida, de la infancia a la vejez. El segundo sexo
es un tour de force, un extraordinario ensayo
sobre los determinantes históricos y
psicológicos de la condición femenina. De esta
obra se vendieron 22.000 ejemplares en una
semana. Simone de Beauvoir alcanzó una enorme
popularidad. Algunos aprovecharon la ocasión
para tacharla de neutrótica, frígida, reprimida
y frustrada, de mujer envidiosa y amargada, al
tiempo que ella no dejaba de recibir cartas y
cartas de mujeres de todo el mundo expresándole
su apoyo y satisfacción. Esta obra márca un
antes y un depués en la historia del feminismo..
Su vigencia se debe sobre todo a la amplitud con
la que Beauvoir se enfrentó al texto, a su
concepción igualitaria de los seres humanos y al
analisis totalizador que realiza de la
concepción femenina en Occidente desde
diferentes ámbitos (histórico, psicológico,
ontológico, científico, mitológico y sociológico).

Simone de Beauvoir y Nelson Algren
Nelson Algren y Sartre (de nuevo)
En 1947, Simone viajó a
Estados Undios para dar unas conferencias. En
Chicago conoció al escritor norteamericano
Nelson Algren, con el que iniciaría una
relación que iba a durar hasta 1964. Cuando
Simone conoció a Nelson, Sartre mantenía un
romance con la actriz Dolores Vanetti (una más
de su larga serie de conquistas), lo que había
sumido a Simone en un estado de profunda
inquietud. Nelson Algren apareció en el momento
adecuado. Las cartas que le escribió Simone a lo
largo de varios años (más de seiscientas
páginas de correspondencia) ponen de manifiesto
una pasión amorosa sin precedentes, que duró al
menos cinco años, antes de que se transformara
en amistad para acabar, por último, en una
sartra de reproches y recriminaciones.
Simone se enamoró de
Algren, sin embargo su amor no fue tan fuerte
como para dejar a Sartre, tal como le suplicaba
Algren que hiciera. El escritor norteamericano
detestaba la dependencioa que tenía Simone de
Sartre. Pese a que ella intentara en vano
expicárselo en más de una ocasión ("No
podría ser la Simone que amas si pudiese
abandonar mi vida con Sartre"), Algre,
decepcionado, optó por poner fin a la relación.
Cuenta Lisa Appignanesi en Simone de Beauvoir que
el tema del amor fue una de las principales
preocupaciones en la obra de la escritora:
"Es la evocación de las mujeres enamoradas,
infelizmente enamoradas, lo que da a sus libros
su verdadera vitalidad".


En los años 50 y 60,
Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre se habían
convertido en los embajadores intelectuales de la
izquierda, en una de las parejas públicas que
gozaba de mayor popularidad, no solo en Francia
sino en el mundo entero. Su postura política
radical, sus artículos, sus conferencias, sus
viajes y su apoyo incondicional a las causas
justas contribuían diariamente a acrecentar su
imagen de intelectuales comprometidos.

Simone de Beauvoir y Claude Lanzmann
En 1950 Simone conoció al
comunista Claude Lanzmann (que se había
incorporado al Comité de Redacción de Les Temps Modernes)
y, de pronto, volvió a despertarse en ella el
amor. Tenía 42 años y apenas acababa de superar
la depresión que le había acarreado la ruptura
amorosa con Algren. Lanzmann era diecisiete años
menor que ella, pero por primera vez Simone se
comprometió en el proyecto de vivir con alguien.
Con el joven Lanzmann, Simone se sentía de nuevo
viva. Se sentía rejuvenecida, no le pesaba ya la
edad y no volvió a padrecer crisis de ansiedad.
En 1954, Los Mandarines mereció el Premio
Goncourt, uno de los galardones más prestigiosos
de Francia; la vida le volvía a sonreir. Sin
embargo, ella temía de nuevo que Lanzmann se
opusiera a su relación con Sartre. Por su parte,
el filósofo, que había puesto fin a su
relación con Dolores, seguia mantenientdo
romances con otras mujeres. No obstante, su salud
comenzabva a verse amenazada: las imprevistas
subidas de presión sanguínea, su consumo
desmesurado de alcohol y de drogas comenzaron a
preocupar a Simone.

Una heroína
A los 48 años, la
escritora francesa comenzó a escribir su autobiografía, Memorias de una joven formal, que se publicó en 1958.
A esta primera entrega le siguieron otras tres: La fuerza de la edad (1960), La fuerza de las cosas (1963) y Final de cuentas (1972). Estos cuatro tomos se convirtieron en un
modelo a seguir para muchas mujeres de la época.
Simone de Beauvoir se erigía como la heroína de
su proia obra, a la par que se convertía
también en una figura admirada por sus lectoras.
Ella era la mujer que había satisfecho sus
aspiraciones, la mujer emancipada que había dado
rienda suelta a sus anhelos y que había sido
capaz de mantener un compromiso con sus propias
responsabilidades.
En 1970 Simone publicó La Vejez, un ensayo en donde
observa que los viejos son el resultado de una
fracaso social; aligual que a los pobres, los
inmigrantes o los enferos mentales, la sociedad
los ha convertido en una nueva clase de
marginados. Desde la publicación de La Vejez, la escritora se consagró
a cuidar a Sartre, su compañero enfermo, hasta
que este murió, en 15 de abril de 1980. Un año
después, Simone publico La ceremonia del adiós,
un homenje a su amigo fallecido que, junto con
Una muerte muy dulce (donde relata el
fallecimiento de syu madre), constituye uno de
los testimonios más lúcidos y afectivos de toda
su narrativa. Simone murió el 14 de abril de
1986 en París, a las 16:00 horas, ocho horas
antes de que se cumpliese el sexto aniversario de
la muete del filósofo.
Mónica Monteys (este artículo apareció en el el número 111 (junio de 2006) de la revista Que leer)

