Mathilde Carré

 

La otra Mata Hari

 


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3ª parte





"Por lo tanto, me mostré razonable"



Mathilde no habla de ello en su diario.

Más tarde, el presidente del tribunal que la juzgó, M. Drapier, trató de saber la verdad.

- Diga exactamente lo que sucedió -exigió- ¿Fue usted a la villa de Harry Baur?

- Ya he contado exactamente lo que sucedió, pero voy a repetirlo. Después de catorce meses y de trabajo incesante para la Resistencia, fui detenida y conducida a la villa de Harry Baur, en Maisons-Laffite. Estaba en poder de los alemanes. El sargento Hugo Bleicher no me dejaba sola ni un instante.

- ¿Averiguó, por tanto, el nombre de aquel sargento?

- Me dijo que se llamaba Hugo Bleicher.

- ¿Era la graduación de sargento su verdadero rango en el Ejército?

- Lo ignoro.

- ¿Se llamaba en realidad Hugo Bleicher?

- ¿Cómó podría saberlo yo, señor presidente?

- Está bien, era usted la prisionera de Bleicher. ¿Se convirtió en su amante?

- ¿No puede usted ponerse en mi lugar, señor presidente?



Mathilde Carré




- Responda a mi pregunta.

- Bleicher me dijo: "Si es usted razonable, estará en libertad esta noche". Por lo tanto, me mostré razonable.

- ¿Qué más ocurrió aquella noche?

Silencio.

- Quiero saber qué más ocurrió aquella noche.

Silencio.

- Todos deseamos saber qué más ocurrió aquella noche. Es esto lo que debe explicarnos. Ha reconocido que, durante catorce meses, se ha expuesta a los peores peligros mientras trabajaba para la Resistencia. Y en una sola noche, olvidó todo su pasado, olvidó a Francia y se olvidó incluso de sí misma. A la mañana siguiente, puso en manos de aquel sargento Hugo Bleicher a los treinta y cinco miembros más importantes de la Resistencia francesa. Vamos, diga ¿qué ocurrió aquella noche?

El presidente del tribunal clavó su mirada en la acusada y la mantuvo en ella durante un largo minuto.




"No lo conocéis, pero es de los nuestros"



Al día siguiente por la mañana, después de aquella famosa noche, la Gata y Hugo Bleicher, que vestía de nuevo ropa civil, subieron a un automóvil pequeño con matrícula francesa. Se dirigieron a París y se detuvieron delante de la casa en la que se ocultaba M. Rocchini.

Otros coches pararon también delante de esta casa, pero nadie les prestó atención, ya que sus ocupantes eran paisanos de aspecto inofensivo. Un hombre se apeó de un automóvil y fue a comprar un periódico. Otro entró en el estanco.

La Gata subió por la escalera y llamó a una puerta, con una señal convenida. La puerta se abrió en seguida. Rocchini estaba con Frank, otro miembro importante del grupo de resistentes.

Los dos tuvieron un momento de vacilación al ver que un hombre acompañaba a Mathilde. Era un hombre al que nunca habían visto.

- Es preciso hacer algo -murmuró le Gata-, Armand ha sido detenido.

El terror se reflejó en los rostros de los dos hombres.

- No temáis -añadió ella, con un gesto hacia Bleicher- No lo conocéis. pero es de los nuestros.

Hablaron con animación durante unos minutos y, luego la Gata le dijo a Bleicher:

- Vaya a poner el coche en marcha para no perder tiempo.

Mathilde se quedó todavía dos o tres minutos. Entonces llamaron a la puerta y ella fue a abrirla. Varios alemanes irrumpieron en el apartamento, pistola en mano, y gritaron:

- ¡Arriba las manos!

Durante las ocho horas siguientes, el mismo procedimiento, cuidadosamente programado, fue puesto en práctica hasta que treinta y cinco importantes miembros de la Resistencia fueron capturados.




Al coronel Achard no le caza nadie



Durante un par de meses. la Gata siguió actuando bajo las órdenes de Bleicher. Contó todo lo que ella sabía, que no era poco. Hizo que fuesen encarcelados todos sus antiguos compañeros de la Resistencia, por lo menos aquellos que estaban a su alcance. Sin embargo. lo que Bleicher no pudo conseguir fue echar el guante al hombre al que buscaba más activamente que a todos los demás: el coronel Achard, el jefe de todo el grupo.

Por extraño que ello pueda parecer, Mathilde no traicionó a Achard. En el testimonio que Achard prestó ante el tribunal declaró:

- Ella sabía perfectamente donde me ocultaba yo, pero no me traicionó.

La Gata consiguió, en este aspecto, engañar a Bleicher. Afirmó que ignoraba donde se hallaba Achard. Lo juró y dio tantas muestras, al parecer sinceras, de su ignorancia, que él la creyó. En cambio, se ofreció para hallar el paradero de otro personaje importante: el aristócrata Pierre de Vomecourt.

Este nombre despertó la atención de Bleicher, quien, instantáneamente, se quedó pensativo. Se le acababa de ocurrir una explotación todavía más eficaz de los servicios de la Gata...

Mathilde regresó a su antiguo cuartel general clandestino. Las intervenciones de Bleicher habían sido realizadas magistralmente y los hombres detenidos no habían tenido tiempo para poner sobre aviso a sus compañeros. Nadie, en la Resistencia, sospechaba todavía de la Gata.

Durante los dos meses siguientes ella siguió desempeñando su papel de patriota como antes. Ninguno de sus compañeros de la red clandestina podía imaginar que la valerosa camarada Mathilde Carré era el temible traidor, de cuya existencia ya sospechaban.

Y pocos motivos tenían para desconfiar de ella, dado que Mathilde se dedicaba en cuerpo y alma a reorganizar el grupo e insuflar animos a cada uno de sus miembros.

Sin embargo, todas las noches la Gata era conducida secretamente a la villa de Harry Baur, donde revelaba los planes que habían sido trazados durante la jornada. Un día, explicó que la principal preocupación de la Resistencia era la de hallar un medio para reanudar las comunicaciones con Gran Bretaña, ya que todos los enlaces habían sido capturados.

Bleicher tuvo una idea. Ordenó a la Gata que hiciera venir a Pierre de Vomecourt a París y le dijo que éste había de ser enviado a Inglaterra en nombre de la Resistencia. Mathilde debía persuadir a sus camaradas de que Vomecourt era el hombre más indicado para esta misión.




Sorpresa para la Gata



La noche siguiente, Bleicher anunció a la Gata que tenía una sorpresa para ella.

- Cuando regreses a tu casa encontrarás en ella a Violette. En realidad, nunca ha estado detenida, puesto que trabaja para nosotros. Violette guardará silencio, puedes estar segura de ello. Ocúpate de ella, debe permanecer en la Resistencia.

La Gata cumplió las órdenes que acababa de recibir. Se reunió con Pierre de Vomecourt y otros resistentes en el bar "Pam-Pam" de los Campos Elíseos, e hizo su propuesta, la cual fue aceptada. Allí se decidió que Pierre de Vomecourt trataría de llegar a Inglaterra, y obtener allí nuevas instrucciones.

No era una empresa fácil, pues los alemanes habían descubierto los senderos que permitían atravesar clandestinamente la frontera española y conocían también los puntos de la costa en los que los resistentes se hacían a la mar para trasladarse a Inglaterra.

Unos días después de la conversación en el "Pam-Pam", la Gata volvió a ver a sus amigos y les dijo que había descubierto un medio para llegar a Inglaterra. Pero añadió que sería preferible que ella acompañase al elegante Pierre de Vomecourt, ya que era bien conocida y su presencia inspiraría confianza a los ingleses.

Los otros aprobaron en seguida esta decisión y la aplaudieron. Era, desde luego, una empresa digna de la Gata, de aquella a la que todos consideraban como una heroína. Bien merecía su fama, pues era la más hábil, la más valerosa, la mejor...

Bleicher se ocupó de que Mathilde y Vomecourt salieran de Francia sin obstáculos, y una vez fuera de sus fronteras no hubo dificultad alguna en llegar a Inglaterra. Con ello, Bleicher logró el golpe maestro de instalar a su agente, la Gata, y a Pierre de Vomecourt, que no sospechaba nada, en el Ministerio de la Guerra británico, en el mimísimo Londres.

La Gata trabajó allí durante nueve meses. Todo lo que ella sabía lo transmitía a Francia por el nuevo canal que había establecido la Resistencia. Todas las informaciones eran registradas por Violette y ésta se las pasaba a Bleicher.

Sin embargo, el servicio de contraespionaje británico se mostró, con respecto a la Gata, menos confiado que los compañeros franceses de ésta.



Renée

Renée ("Violett"), gravemente enferma, fue juzgada también
junto a "La Gata" y condenada a dos años de carcel.




Un cerebro sin corazón



Los ingleses acabaron por ver claramente cuál era su juego y la detuvieron en julio de 1942. Los británicos mantuvieron encarcelada a Mathilde Carré hasta el final de la guerra.

En la celda de su prisión inglesa, la Gata escribió en su diario una página dirigida a sus antiguos camaradas de la Resistencia:

"¿Cómo explicar todo lo que he tenido que soportar? Jamás podría hallar las palabras para expresar mi tristeza profunda, infinita, o para describir mis temores. Pero no estoy sola. Tampoco vosotros, aquellos que todavía seguís con vida, dormiréis esta noche, estaréis conmigo. Y en cuanto a vosotros, los que estáis muertos, viviréis conmigo, según nuestras propias leyes, en un mundo que yo he creado para mí."

Cuando se presentó ante sus jueces franceses, en enero de 1949, Mathilde Carré estaba tranquila. Su mirada recorría, soñadora, las molduras doradas del techo barroco de la sala del tribunal.

El fiscal tomó la palabra:

- Durante dos meses practicó la más vil de las traiciones. Su malevolencia, su doblez, su perseverancia en el mal, su diario del que acabo de leer algunos extractos y que la describe tal como es, un cerebro sin corazón, son hechos que ustedes podrán juzgar en su totalidad. Y reconocerán que, en este asunto, hay una sola sanción posible: la muerte.

- Admito su culpabilidad -replicó el abogado defensor- , pero es preciso tener en cuenta que esta mujer fue colocada en una situación en la que sólo le cabía elegir entre la vida y la muerte. Nadie puede olvidar que fue una heroína desde los primeros momentos de la Resistencia, ¿condenaríais a muerte a aquellos que fueron los primeros en esparcir las semillas de la fe y que, más tarde, sobrevaloraron sus propias fuerzas?

Sin embargo, el fiscal se salió con la suya y Mathilde Carré fue condenada a muerte.

No obstante, antes de ser pronunciada la sentencia, la Gata perdió, por primera y última vez, el dominio sobre sí misma.

- Espero el veredicto sin temor -les dijo a los jueces- . Pero lo que no puedo olvidar es que, mientras a mí se me pide la pena de muerte en este tribunal, ¡Hugo Bleicher vive en libertad en Hamburgo!

Unos meses más tarde, el Presidente de la República conmutó la pena de muerte impuesta a Mathilde Carré, la Gata, por la de cadena perpetua.

Fue finalmente liberada en 1954. Publicó un libro contando su historia titulado "J'ai été la Chatte" (Yo fuí la Gata)

Paso el resto de su vida alejada de cualquier notoriedad pública, y falleció en 1970.




FIN





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