Mathilde Carré

 

La otra Mata Hari

 


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2ª parte




Los alemanes planean la invasión de España



Cuando vio a Armand le reveló que los alemanes se disponían a atravesar España. No obstante, Mathide siguió en la región y continuó recabando información sobre los preparativos alemanes. Cuando advirtió que éstos actuaban a ritmo muy displicente, fue la primera en transmitir la importante noticia de que los alemanes habían renunciado a su proyecto de atacar Gibraltar.

Las actividades del grupo del coronel Achard se extendían a toda Francia, y lo mismo cabe decir de Mathilde. Como declararía más tarde el coronel Achard ante el tribunal, en aquel periodo su red obtuvo unos éxitos extraordinarios.

En el cuartel general del Servicio de Inteligencia británico, donde el grupo era conocido con el nombre de "Valenty", los agentes de Achard gozaban de una estima extraordinaria.

Los nombres y apellidos de los miembros más importantes del grupo habían sido anotados en los expedientes de los servicios secretos británicos, detalle que más tendría mucha importancia. Los británicos estaban perfectamente informados acerca del coronel Roman Czerniawski, alias Armand, sobre Mathilde Carré, alias la Gata, y sobre otros agentes clandestinos, como el aristócrata Pierre de Vomecourt.

Durante este periodo el grupo organizó con los británicos lanzamientos en paracaídas de armas para la Resistencia y entregas de suministros mediante desembarcos en ciertos puntos de la costa vasca. El grupo Achard también hizo pasar clandestinamente a diversas personas a España y Suiza, ocultó prisioneros evadidos de los campos alemanes y se entregó en general a las actividades patrióticas más diversas.

Un día, Armand y Mathilde constataron que necesitaban a alguien que les ayudara a efectuar tareas secundarias, como espiar en cafés y restaurantes, hacer auto-stop con los alemanes, etc.



Armand

"Armand" adquirió la nacionalidad inglesa y terminó como oficial
del ejército. Aquí en una foto irónica sobre "La Gata"





La Sak se enfrenta con Violette



La Gata encontró la persona apropiada en una mujer llamada Renée Borni. Puesto que había de trabajar en estrecha colaboración con Armand, Mathilde tuvo la precaución de elegir como ayudante a una mujer del tipo opuesto a las que le gustaban al polaco.

Renée (que adoptó el nombre de Violette en la Resistencia) demostró ser también una mujer totalmente dedicada a su jefe y no fue pequeño el pesar de la Gata al descubrir, algún tiempo después, que Armand se habla enamorado de su nueva ayudante.

En presencia de su rival, Mathilde no podía evitar a veces una visible desazón. Puesto que se hallaban provisionalmente en Paris, un día pidió a Armand que enviase a Violette a provincias para una misión de escasa importancia. Armand sonrió y dijo a la Gata:

-Estás celosa.

-¡No se trata de eso! -protestó Mathilde- Tengo el presentimiento de que nos acecha un peligro.

-Di mejor que tienes el presentimiento de que van a comerte los celos - replicó Armand, riéndose.

Pero efectivamente, les acechaba un peligro, y sería René Borni, alias Violette, quien causaría la pérdida de aquel grupo tan bien organizado.

La misión confiada a Violette consistía en reunir algunas informaciones de escasa importancia, en concreto de saber adónde había de trasladarse cierto regimiento alemán.

Un oficial alemán abordó a Violette cerca de la Gare du Nord, y ella se dedicó a sonsacarle con prudencia. Un hombre situado cerca del militar siguió atentamente la conversación, mientras fingía estar sumido en la lectura de un periódico francés.

Violette no le prestó atención ni tampoco se fijó en que el hombre les seguía cuando ella y el oficial salieron de un café. Esta vigilancia duró varios días, sin que Violette se apercibiese de ella. Seguida por policías de paisano que se relevaban, Violette fue vista con Armand y con la Gata.

Fue así como el servicio de contraespionaje alemán del almirante Canaris descubrió su cuartel general y su apartamento, y el 18 de noviembre de 1941, a las cinco y media de la mañana, Armand y Violette fueron detenidos.

Unas horas más tarde, Mathilde fue arrestada a su vez y encerrada en una prisión militar. La calma que reinaba en su celda no hizo sino acrecentar sus temores. Ella no sabía que había sido de los demás. ¿Habían capturado a Armand? ¿A alguien más? ¿Era ella la única? Con estremecimiento, pensó que tal vez fuera torturada.




La Gata en la cárcel



Cayó la noche. En la oscuridad de su celda, la Gata reflexionó sobre su situación y llegó a la conclusión de que no tenía ninguna esperanza de escapar con vida.

De pronto se encendió la luz en su celda, se abrió la puerta y entró alguien con uniforme alemán.

Sentada en su catre, Mathilde le miró atemorizada.

Sabía ya reconocer al primer vistazo la graduación y el arma de los militares alemanes. Aquél era un sargento. De haber vestido de paisano, nadie le hubiese tomado por un alemán. No tenía de alemán ni la actitud ni el físico.

También se sorprendió la Gata por el modo de comportarse de aquel hombre. Se había quedado cerca de la puerta, apoyado en la pared, y la miraba en silencio. Durante un largo rato, sus ojos no la abandonaron. Mathilde empezó a impacientarse y se levantó.

- Señor -le dijo- , ¿por qué he sido detenida?

El hombre no contestó y su mutismo asustó a Mathilde. Pasaron unos minutos y por fin el recién llegado se decidió a dirigirle la palabra.

- ¿Ha vivido usted en Argelia?

- En Argelia, sí.

- ¿No es cierto que París es una ciudad maravillosa?

Ella le miró, aterrorizada.

- ¿Tiene miedo? -le preguntó el militar- ¿De qué? Yo no voy a hacerle ningún daño. Sé que es usted una mujer inteligente. ¿Sabe que con este peinado se parece a Juana de Arco?

Más tarde, Mathilde anotaría en su diario: "Nada podía ser más atemorizador: el hombre que entró en mi celda era 'humano'".

Aquel "humano" la interrogó sobre sus actividades en la Resistencia. Le habló de Argelia, de Francia, de París. Se expresaba en francés y su voz era cariñosa.

Al cabo de unos minutos la Gata notó que sostenía con él una conversación agradable, lo que no impidió, sin embargo, que él le gastase una broma cruel:

-Esto es muy poco confortable. ¿Quiere que vayamos a otro lugar?

Entonces Mathilde volvió a darse cuenta de donde estaba. Desesperada, se encogió de hombros y después clavó la mirada en el suelo. Cuando alzó de nuevo los ojos, el sargento había desaparecido.

La luz de su celda se apagó de nuevo. "Como si procediera de una distancia infinita -escribió más tarde en su diario- llegó claramente a mis oídos la música del Requiem de Mozart. Parecía como si, realmente, la estuviese interpretando una orquesta".



Oskar Reile

El teniente coronel Oskar Reile, jefe del Adwehr, sección de contraespionaje
en París, fue capaz de despistar a los servicios secretos enemigos.



Después se oyó un ruido ante la puerta. La luz volvió a encenderse. Se abrió la puerta y aparecieron unos guardias armados. Un cabo le indicó con una seña que les siguiese.

Recorrió varios pasillos, cruzó puertas enrejadas y atravesó un oficina. El cabo firmó un papel. Se abrió una puerta y después otra. Por último una postrera puerta enrejada y seguidamente salieron a la calle.

¿Quién estaba fuera?

Era el sargento que la habla visitado en su celda. Le costó reconocerlo. Vestía de paisano, con una corbata elegante, guantes y una boina. Un cigarrillo en los labios... En una palabra, tenía todo el aspecto de un francés elegante.

Como un perfecto hombre de mundo, el caballero de la boina señaló a Mathilde un automóvil grande y lujoso, y la invitó a subir.

-Le ruego que se siente detrás -le dijo- . Y no retire las cortinillas.

Él se instaló despreocupadamente ante el volante. La Gata no dejó de observar que el espejo retrovisor era de gran tamaño y permitía al conductor observarlo todo sin problemas. El coche se puso en marcha, se abrió una verja y Mathilde se encontró de nuevo en París.

¿Adónde la llevaba aquel hombre?

Observó que salían de París y que después atravesaban Maisons-Laffite. Pero, ¿qué era aquel jardín grandioso? ¿Y aquella villa?

El temor volvió a asaltar a la Gata, pues aquella mansión enorme y refinada pertenecía al célebre actor Harry Baur y ella sabía que el ejército alemán la había requisado para convertirla en cuartel general de sus servicios de contraespionaje.

Para llevarla a aquella casa, forzosamente tenían que considerarla como una presa importante. La inscripción que Dante coloca en la puerta del infierno ("Abandonad toda esperanza los que aquí entráis") hubiese quedado muy apropiada sobre la verja de aquella finca.

Pero, ¿era aquello, en realidad, el cuartel general del contraespionaje alemán? Nada en su aspecto parecía indicarlo, muy al contrario. La Gata vio unos servidores corteses y fue introducida en un salón, donde la dejaron sola.

Se sentó en una butaca confortable. Desde la ventana se veía un parque, sobre el que caían las sombras del crepúsculo. En la lejanía se oran los rumores de la gran ciudad. Parecía como si todos hubiesen olvidado a la visitante.

Pero de pronto se abrió la puerta. El hombre que la habla acompañado venía a buscarla. La condujo, a través del vestíbulo, a otro gran aposento, lujosamente amueblado. Por una puerta entreabierta, distinguió un espejo ante el cual había una lámpara encendida. Entró en esta última habitación. Era un dormitorio.

¿ Qué ocurrió?





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