Lillian Hellman en el aeropuerto de Los Angeles (1935)
Se cumple este año 2005 el
centenario del nacimiento de la autora teatral,
guionista cinematográfica y memorialista
norteamericana Lillian Hellman. Lillian Hellman
nació el veinte de junio de 1905, en la ciudad
de Nueva Orleans, en el estado sureño de
Louisiana. En 1934 irrumpió en la escena
norteamericana con "The Children's
hour", y más tarde vendrían "La
loba" (Little Foxes), "Otra parte del
bosque", "La estrella del norte" y
sus escritos autobiográficos recogidos en
"Pentimento" o "La mujer
inacabada". Las escasas reediciones de sus
trabajos en nuestro país demuestran que su obra
ha quedado eclipsada por su itinerario como la
activista política que plantó cara al comité
McCarthy y sostuvo una tormentosa relación de
más de treinta años con Dashiel Hammett.
Lillian Hellman en su juventud
Lo cierto es que Lillian
Hellman se pronunció infatigablemente en contra
de la hipocresía social de las clases altas
norteamericanas. Lo que ya desde su infancia en
Nueva Orleans, en una familia venida a menos,
comenzó siendo un acto de desagravio al padre
zapatero de origen judío-alemán, menospreciado
por la rama materna y sus delirios de grandeza,
se tornó con el tiempo en planteamientos cada
vez más políticos que abarcaban las causas
progresistas en muchos otros países. "Me
rebelé contra la familia de mi madre y, en
consecuencia, contra toda la gente rica, aunque
me asustaba y me impresionaba", escribe en
"Pentimento".
Lillian Hellman junto al director William Wyler durante el rodaje de The Little Foxes (1937)
Bette Davis y XXX en la película The Little Foxes (William Wyler, 1937)
En adelante, su empresa como dramaturga
consistirá en poner ante los ojos del espectador
la degradación moral de ciertas clases sociales
envenenadas por la ambición y la envidia. Dos
ejemplos: la implacable Regina Hubbard de
"La Loba" (recuérdese a Bette Davis en
la versión cinematográfica que William Wyler
hizo de "Little Foxes") o la cruel
niña de un internado de Massachussets, capaz de
devastar la vida de dos entregadas profesoras,
acusándolas de lesbianismo, en "The
children's hour" (traducida en la excelente
versión teatral de Fernando Méndez-Leite como
"La calumnia"). Esta novela tuvo dos
versiones cinematográficas, ambas dirigidas por
William Wyler. La primera es de 1936,
interpretada por Miriam Hopkins y Merle Oberon, y
la segunda de 1962, con Audrey Hepburn y Shirley
McLaine de protagonistas.
Tal como nos cuenta en sus
textos autobiográficos, comprendió pronto que
los silencios elegantes de ciertas damas eran
más estúpidos o crueles que misteriosos, y que
aquella estilizada atrofia de emociones propia de
la "gente bien" era lo más parecido a
un estado de coma.
Desde entonces ella no dejó de protestar, de
alinearse con los criados negros y con los
miembros de la rama judía de la familia, no
cesó de escribir obras críticas, prohibidas en
varios estados, de colaborar económicamente,
primero con la Liga Anti-Nazi, y más tarde con la
causa de los republicanos españoles (vendría a
la guerra española como corresponsal y
documentalista), no temió ser compañera de
viaje de muchos intelectuales comunistas
norteamericanos, y soportó con dignidad el
varapalo económico y el ostracismo sufrido por
aquellos que figuraban en las listas negras de McCarthy.
Dashiell Hammett
De todos los escritores
norteamericanos de entreguerras, Lillian Hellman
se fue a enamorar del más alcohólico y
pendenciero, un ex detective tuberculoso y
mujeriego, que había dejado olvidadas en algún
lugar a una esposa y dos hijas, colaborador de la
colección de novelas policíacas "Black
Mask", un individuo autodestructivo a quien,
al final de su vida, "solamente el hecho de
tomar aire le ocupaba todos los días y las
noches", un sujeto al que una actriz de
segunda fila denunció por acoso y que escribía
a Hellman : "Te he sido más o menos
fiel", y también: "Éste es el
séptimo día que no bebo. ¿Cuándo vuelves a
casa?" El escritor se llamaba Dashiell
Hammett, autor de la novela negra más genial de
todos los tiempos.
Lillian Hellman junto a Dorothy Parker durante una cena organizada en el Hotel
Astor de Nueva York en favor de los refugiados españoles en Francia (1940)
El 25 de noviembre de 1930 les presentaron en un
restaurante de Hollywood. Ella era una guionista
de talento contratada por el señor Goldwyn y a
punto de separarse de su marido, un agente
teatral llamado Kober; él arrastraba una
borrachera de cinco días y acababa de tener un
éxito fulminante con "El Halcón
Maltés" y su detective Sam Spade. Siguieron
bebiendo salvajemente y sólo recordaban haberse
encontrado horas más tarde hablando de T. S.
Eliot en el coche de Hammett. Así describe
Lillian Hellman la primera impresión causada por
el ex sabueso de la Agencia Pinkerton:
"Tenía feas cicatrices en las piernas, y
una hendidura en la cabeza, era un hombre de
suaves modales, educado, de aspecto elegante,
excéntrico e ingenioso que derrochaba su dinero
con las mujeres".
Pero lo que impresionó a Hellman es que Hammett
era de la pasta de los que se hacen a sí mismos,
no pertenecía a la generación anterior de
escritores díscolos y elegantes de las clases
acomodadas : "Los rebeldes de los años 20,
rebeldes sólo en el sentido de Scott
Fitzzgerald, habían malgastado su sangre, ciegos
al futuro que podían haber olfateado si el olor
del alcohol no hubiera sido tan fuerte",
escribiría Hellman. Cierto que el olor del
alcohol impregnaba la existencia de Hammett, pero
el compromiso político del escritor, más fuerte
con el paso de los años, su afiliación al
Partido Comunista (fue encarcelado por desacato
por el comité McCarthy en 1951), su coraje como
Presidente de la Liga de Escritores Americanos en
los duros tiempos de la "caza de
brujas", representaron para Hellman, en su
tumultuosa convivencia intermitente, la
conciencia política total que ella siempre
había buscado.
Shirley McLaine y Audrey Hepburn en la película The Children's Hour (Willian Wyler, 1961)
Jane Fonda y Jason Robards en la película Julia (Fred Zinnemann, 1977)
Si Hellman alcanzó respeto
como dramaturga al quitar las máscaras de la
agónica alta sociedad sureña, sus libros
autobiográficos, "Pentimento",
"Una mujer inacabada" y "Tiempo de
canallas", son la microhistoria de una
autora que evoca las experiencias de una vida
dedicada tanto a la escritura como a la acción
política. Algunos de sus biógrafos creen que
ficcionaliza gran parte de la peripecia relatada
en "Julia", uno de los capítulos de
"Pentimento" ("Julia" fue
llevada al cine por Fred Zinneman en 1977 con
Jane Fonda de protagonista), según la cual
Hellman habría pasado en 1937 una gran cantidad
de dinero a Alemania, de camino a Moscú (viaje
que sí existió) a instancias de su amiga Julia,
para salvar a "judíos, socialistas,
comunistas y católicos disidentes" de la
amenaza nazi. Lo que sí es probado es que apoyó
a los republicanos españoles, viajó a España
en plena guerra civil y realizó en 1937 el
documental "The spanish earth", en el
que también participaron John Dos Passos,
Archibald MacLeish, Orson Welles y Ernest Hemingway.
Tuvo la lucidez de separarse en muchas ocasiones
del "escritora maldita" para proseguir
su obra. Al teléfono Hellman preguntaba:
"¿Hay alguna dama en tu dormitorio?" Y
Hammett contestaba. "No lo creo, pero entran
y salen. Tú sólo sales". A partir de
cierto momento ella supo que él elegía un
suicidio lento con cientos de botellas de Johnny
Walker etiqueta roja, y sólo volvió a su lado
cuando hubo que cuidarle en la etapa final.
Lillian Hellman en 1963
Lillian Hellman junto a Elizabeth Taylor y el resto del reparto de la obra The Little
Foxes, representada en el Teatro Martin Beck de Nueva York (1981)
Hellman fue miembro de la
Academia Americana de Artes y Letras, y no dejó
de escribir hasta su muerte en 1984. Había
nacido el 20 de junio de 1905, según numerosas
fuentes, confirmadas por la estudiosa M. Riordan,
pero dicha fecha fue modificada por ella misma en
los últimos tiempos y en algunos registros
aparece ahora 1906 como año de nacimiento. Un
detalle irrelevante en la vida de la mujer que
llamada a declarar ante el Comité de Actividades
Antiamericanas, con la exigencia de que
denunciase a amigos vinculados al Partido
Comunista, fue capaz de decir en voz alta y clara:
Lillian Hellman
"Herir a personas
inocentes a las que conozco y quiero desde hace
años para salvar mi vida, me parece inhumano,
indecente y deshonroso".
Lillian Hellman mantuvo su
entereza y dignidad en la larga noche de terror
en la que los canallas mandaban en Estados
Unidos, lo mismo que sucede hoy en día. Por eso
es tan importante el ejemplo de Lillian Hellman,
porque es hoy tan válido como lo fue en su día.