Una de las mujeres más
interesantes del siglo XIX es la matemática rusa
Sofia Kovalevskaya (1850-1891). Su increíble
inteligencia, su sentido de la libertad, su
rebeldía y sus ideas sociales avanzadas hacen de
ella una persona totalmente fascinante. Pese a
todo, es una desconocida para la mayoría de la
gente, al menos en España.
Es verdad que las
matemáticas no son el tipo de actividad con la
que uno se haga famoso, y tampoco esta ciencia
disfruta de demasiada buena prensa, ya que se las
asocia con la dificultad, la abstracción, etc.
Sin embargo los modernos avances en
astronáutica, informática o ingeniería no
hubieran sido posibles sin el gran desarrollo
alcanzado por las matemáticas, que en definitiva
son el "lenguaje de todas las ciencias"
Sofia Kovalevskaya fue una
mujer extraordinaria tanto en el aspecto
puramente científico y académico, como en su
manera de entender la vida, la posición de la
mujer en la sociedad, y sobre todo el papel de la
ciencia al servicio de la transformación social.
Sofia (o Sonya, como
también se la conoce) Vasilyevna Kovalevskaya,
nació el 15 de enero de 1850 en Moscú, en el
seno de una familia burguesa de abundantes
recursos económicos y proclive a la actividad
intelectual. De hecho, el famoso escritor
Dostoievsky estuvo durante un tiempo cortejando a
Anyuta, la hermana mayor de Sofia.

Hay que decir que la
sociedad rusa de mediados del siglo XIX era
deprimente en casi todos los sentidos, gobernada
por un autocrata (el zar, cuyo poder era
ilimitado), con una economía de tipo feudal, y
sometida a los valores del más rancio
patriarcado y de la religión cristiana ortodoxa.
En tales circunstancias el desarrollo económico,
científico y cultural estaba completamente
bloqueado, y la oligarquía (con el auxilio de la
Iglesia) buscaba unicamente mantener sus
privilegios reprimiendo cualquien movimiento que
significara cambio.
En el caso de las mujeres,
su horizonte vital se veía normalmente limitado
a buscar un buen matrimonio y dedicarse el resto
de su vida a las tareas del hogar. Sin embargo ya
desde mediados del siglo XIX comenzaron a
aparecer movimientos de rebelión de distinto
signo dentro de la sociedad rusa. Las ideas
socialistas y anarquistas, tomando multitud de
formas, prendieron con fuerza en buena parte de
los intelectuales y de la juventud. La derrota en
la Guerra de Crimea (1856) colocó al zar en una
situación dificil, y se incrementaron las
protestas de los campesinos, los militares, los
intelectuales, los estudiantes, etc, que
reclamaban cambios sociales.
El más interesante de
estos movimientos de rebeldía fue el de los
llamados nihilistas, termino acuñado por
Turguéniev en su novela "Padres e
hijos" (1963) para describir el personaje de
Básarov, y que estos jovenes aceptaron
gustosamente como propio.
Los nihilistas se oponían
a todo lo que representaba la sociedad rusa
tradicional, cuestionando todas las formas de
autoridad y considerando la destrucción del
viejo orden como la principal herramienta de
cambio político. Frente al orden patriarcal,
ellos creían en la igualdad de sexos; frente a
la religión cristiana, ellos eran ateos y
materialistas; frente a la familia tradicional,
ellos reivindicaban las comunas y el amor libre;
frente al orden social establecido, ellos creían
en la evolución y el progreso, rechazando todas
las convenciones e ideas preestablecidas. Y por
encima de todo reivindicaban el papel de la
ciencia como fuerza liberadora en la
construcción de una nueva sociedad, desterrando
la superstición, la ignorancia y los
privilegios.
Es importante no confundir
el nihilismo con el anarquismo. Aunque ambos
tienen en común el rechazo a la autoridad, el
nihilismo es positivista y con la ciencia
ocupando el lugar central, mientras que el
anarquismo es más populista, buscando la
emancipación del pueblo en forma colectiva y
rechazando el intelectualismo. Bakunin criticaba
a los nihilistas por sus planteamientos netamente
positivistas, que les habían alejado del pueblo
y de los problemas políticos y sociales para
entregarse a una solitaria dedicación a la
ciencia.
Obviamente el zar y el
resto de poderes establecidos, no veían con
buenos ojos a estas personas que cuestionaban el
orden social, así que se dedicaron a reprimirlos
con violencia. Muchos nihilistas fueron
encarcelados, asesinados, o tuvieron que emigrar.

Sofia Kovalevskaya era una
mujer de ideas nihilistas. Ante la imposibilidad
de acudir a la Univeridad (vedada a las mujeres
en Rusia, como en casi toda Europa), se marchó
al extranjero acompañada de su hermana Anyuta.
Antes se había casado con
Vladimir Kovalevsky, un paleontólogo
evolucionista, en un "matrimonio
ficticio" que tenía como única finalidad
burlar las normas legales que establecían que
las mujeres no podían hacer practicamente nada
sin el permiso de sus maridos o de sus padres. El
"matrimonio ficticio" era muy popular
entre los jovenes nihilistas, y consistía en que
una mujer se casaba con un hombre con el único
objetivo de liberarse del yugo familiar.
Posteriormente cada uno hacía su vida por su
cuenta, y el marido debía darle todos los
permisos que ella solicitara de manera que la
mujer pudiera estudiar, trabajar, viajar, vivir
en comunas, etc, sin trabas.
En Alemania, Sofia pudo
estudiar con algunos de los principales
matemáticos del mundo, como Karl Weierstrass. Precisamente Weierstrass
fue quien dirigió la tesis con la que se
doctoró en matemáticas por la Universidad de
Gotinga en 1874, siendo la primera mujer en la
historia que lo conseguía.
Regresó a Rusia en 1875.
Lo que en un principio había sido un
"matrimonio ficticio" con Vladimir
Kovalevsky, se transformó en una relación
seria, y ambos tuvieron una hija llamada Sofia en
1878. Sin embargo en estos años estuvo bastante
alejada de las matemáticas, no le daban trabajo
en ninguna Universidad y se dedicaba basicamente
a frecuentar los círculos culturales de San
Petersburgo, mientras su marido intentaba hacer
fortuna con negocios inmobiliarios, cosa que
nunca logró.
En 1879 se deterioró la
relación entre ambos, y Sofia decidió retomar
su actividad científica. Reanudó su
correspondencia con Karl Weierstrass, viajó por
Berlín y París (donde también frecuentaba
círculos políticos radicales), y finalmente,
gracias a su amistad con el matemático sueco Gösta Mittag-Leffler, logró en 1884 una plaza
de profesora en la Universidad de Estocolmo,
donde sus clases tenían gran seguimiento.
También formó parte del consejo editorial de la
revista Acta Mathematica, una de las de mayor más
prestigio en el ámbito de las matemáticas.
Entretanto había recibido la noticia del
suicidio de su marido en 1883, atosigado por las
deudas.
Su gran momento llegó en
1888 cuando logró el prestigoso Premio Bordin de
matemáticas, siendo la primera mujer que lo
lograba, para lo cual tuvo que resolver las
celebres Ecuaciones de Euler "sobre la
rotación de un sólido pesado alrededor de un
punto fijo", un problema que desde hacía
muchos años traía de cabeza a los mejores
matemáticos. Esto le supuso un premio de 5.000
francos y el espaldarazo definitivo a su carrera,
siendo reconocida como una de las mayores
autoridades matemáticas del mundo.
Sin embargo no pudo
disfrutar de su merecido prestigio durante mucho
tiempo. Tras unas vacaciones en Génova a finales
de 1890, regresó a Suecia en un viaje bastante
accidentado. Durante el trayecto cogió un
catarro, que luego degeneró en neumonía, y
falleció en Estocolmo el 10 de febrero de 1891,
cuando solo contaba 41 años de edad.
Tras su muerte, la fama de
Kovalevskaya creció como la espuma, llegando a
convertirse practicamente en un mito. Claro que
para un ministro ruso llamado Pyotr Durnovo, no había para tanto, ya
que "se estaba prestando demasiada atención
a una mujer, que al fin y al cabo, era una
nihilista"
Además de su quehacer
matemático, Sofia escribió artículos de
divulgación científica y otros temas como el
teatro, e incluso publicó un par de novelas:
"Memorias de juventud" (1890) y
"Mujer nihilista" (1892) Como todos los
nihilistas, consideraba que la divulgación de
las ciencias y las artes era una actividad
revolucionaria, una manera dotar de armas a las
clases populares para acabar con la monarquía y
hacer la revolución.
Si quereis saber más
cosas, es muy interesante y ameno este trabajo en
dos partes (Parte 1 y Parte 2) de Luis Felipe Gómez
Lomelí.
Más centrado en su labor
científica es este trabajo del profesor José M.
Méndez, aunque contiene complejos razonamientos
matemáticos. También está este artículo.
En Internet hay muchos
sitios donde se pueden saber más cosas sobre
esta gran mujer. No hay en cambio mucha
información en español sobre el movimiento
nihilista ruso y cuando aparece citado es casi
siempre acompañado de absurdas valoraciones
reaccionarias. No obstante este breve artículo está bastante bien.
