Ella
no me hacía caso, todo por culpa de su hermana.
Había intentado besarla en la oscuridad del
portal de su casa y acabó por contárselo a su
hermana. Yo le decía que no era cierto, que le
mentía, pero ella y yo sabíamos que el motivo
era otro. Ella había notado el parecido con la
chica de mi póster. Era como una obsesión. Era
ella, Jean Seberg. Con sus dedos señalando el
número de sus amantes. Una imagen robada del
cine Goya unos años antes. Estaba a mis espaldas
cuando dormía y cada noche soñaba con pelearme
con ella en aquella cama.
Jean Seberg y Jean-Paul Belmondo en Al final de la escapada (1959)
La conocí en
aquella película, como todos, bajando los Campos Elíseos vendiendo periódicos, con el pelo corto y una camiseta del New York Herald Tribune. Era Al Final de la Escapada (1959) de Jean-Luc Godard. Y me enamoré de ella.
Busqué y
rebusqué, le pregunté a todo el mundo, lo
quisé saber todo sobre ella y, al final, robé
aquel poster y lo colgué en mi habitación. Se
llamaba Jean Seberg y era americana. Sí,
americana, no francesa. Hasta los diecisiete
años fue una chica normal de algún pueblecito
normal del medio de los Estados Unidos. Poco sé
de ella hasta que Otto Preminger la escogió para
protagonizar su versión de Juana de Arco,
titulada Saint Joan.
Jean Seberg en Saint Joan (1957)
Jean
vive su vida
La vida de Jean
Seberg es un completo misterio, con hipótesis
sobre sus inclinaciones políticas, sexuales, sus
adicciones y su propia muerte. De ella se sabe
que estudiaba en la Universidad de Iowa hasta que
fue elegida para hacer el papel de Juana de Arco.
No existen muchos datos sobre su vida anterior.
En ese momento, 1957, su vida da un giro y se
convierte en un personaje odiado por los más
fundamentalistas cristianos estadounidenses y
admirado por los sectores más progresistas,
debido al talante que le inquiere al personaje de Juana de Arco.
Jean Seberg y David Niven en Bonjour Tristesse (1958)
Jean Seberg en Al final de la escapada (1959)
Jean Seberg y Jean-Paul Belmondo en Al final de la escapada (1959)
Al año siguiente,
Otto Preminger, que se ha quedado prendado del
halo interpretativo que desprende, la elige para
protagonizar la versión cinematográfica de la
novela más de moda del momento, Bonjour Tristesse,
de la escritora francesa Françoise Sagan. El
personaje de Cecille, pensado en principio para
ser interpretado por Audrey Herpburn, lo encarna
con tal convicción que hasta los franceses de la
nouvelle vague piensan que la tal Jean Seberg es
en realidad de origen francés. Sería Jean-Luc
Godard quién, al año siguiente en 1959, la
elige como protagonista de su opera prima, la
inolvidable Al final de la escapada, el nacimiento del cine moderno. Una película que cambiaría la vida de
toda una generación de adolescentes y no tanto,
interpretada por un jovencisimo Jean Paul
Belmondo y que también cambiará una vez más la vida de nuestra Jean.
Jean Seberg (Nueva York, 1957)
Es una estrella
ahora. Todos los chicos se enamoran de ella y
todas las revistas de moda quieren tenerla en su
portada. Se convierte en el referente de todas
las chicas, con su pelo a lo garçon y sus
hipsters de pata de gallo. Inaugura lo que más
tarde será explotado hasta la saciedad por toda
la escena mod y sixtie, el pop-art le debe mucho a esta mujer.
A caballo entre
Europa y los EEUU, la carrera cinematográfica de
Jean Seberg se tambalea con facilidad. Excepto su
inclusión en Saint Joan, Bonjour Tristesse y Al final de la escapada, los otros papeles que lleva a cabo son pequeños y en coproducciones de
bajo presupuesto. Hasta que en 1964 protagoniza
al lado de otro sex-symbol, Warren Beaty, la
última película de Robert Rossen, Lilith. Una historia bastante
oscura y de trama psicológica sobre un hospital
de enfermos mentales. Su papel es bastante
complicado y la película es ahora una joya no
sólo por su presencia sino también por su
fuerza visual y por las presiones políticas que
sobrevolaban el rodaje, no en vano, el director
era uno de los perseguidos por McCarthy en su caza de brujas.
Jean Seberg durante el rodaje de Lilith (1964)
Godard la vuelve a
llamar ese mismo año para protagonizar un
episodio de Les plus belles
escroqueries du monde, pero el resultado no
será comparable al éxito de Al final de
la escapada. Jean siempre será la chica que vendía
periódicos en los Campos Elíseos.
Para nuestra
suerte Jean aceptará la oferta de Jean Becker de
rodar en España una película con Belmondo
títulada A escape libre y que a gusto de alguno de
nosotros muestra una imagen mucho más erótica y
sofisticada de Jean. El argumento es bastante
malo pero la imagen ofrecida por nuestra admirada
es suficiente para que engrose en la lista de
esas películas que visionamos con frecuencia.
Jean Seberg y su marido Romain Gary
Une femme marieé
Jean estaba casada
con Romain Gary y aunque su vida de casada era
más o menos buena estaba frustrada por no tener
hijos. Algo que la llevaba a mantener relaciones
esporádicas con multiples amantes, en su mayoria
jovenes desconocidos que conocía en rodajes y en
sus escapadas nocturnas a fiestas llenas de
excesos alcohólicos y experimentacion con
alucinógenos. En alguna de estas fiestas
comenzó a relacionarsela con un lider de los
Panteras Negras comenzando uno de los capítulos
más turbios de la biografía de Jean.
El hecho
es que Jean tenía unas ideas políticas cercanas
a la extrema izquierda norteamericana, es decir,
un peligro para la moral, la política y la
sociedad americana de la época. Entre los
sectores con los que se la relacionaba estaban
los Panteras Negras, un supuesto "grupo
terrorista" que gozaba de mucho
prestigio en Europa y sobre todo entre los
intelectuales franceses con los que Jean también
estaba relacionada. Motivo por el cual el FBI
comenzó a investigar su vida llegando a creer
que se trataba de una espía que, a modo de Mata-Hari, portaba información de un lado al otro del atlántico.
Además, en un
momento dado se barajó la idea de que el hijo
que iba a tener era del lider de la banda. Un
niño que nunca nació porque todo el revuelo que
se armó y su adición a los barbitúricos
provocó que naciese muerto, un hecho que al FBI
le valió para abrir otra investigación ya que
temían que ella se hubiese provocado el aborto...
Todos estos
motivos la llevaron de depresión en depresión
durante el resto de su vida, deteriorando si cabe
aún más la relación que mantenía con su marido.
Su carrera
cinematográfica no levantaba el vuelo aunque
mantenía su popularidad. Desde su papel en A escape
libre solamente realizó otra serie de películas de
bajo presupuesto y poco recomendables,
intercaladas con pequeños papeles en dos
películas de Claude Chabrol, otro de aquellos
jovenes turcos de la nouvelle vague.
Jean Seberg y Clint Eastwood en Paint Your Wagon (1969)
Es en 1969 cuando
realiza otro de esos papeles a recordar. Se trata
del western Paint your wagon (o La leyenda de la ciudad sin nombre, como horriblemente se
tituló en España), de Joshua Logan, el director
de la mítica película de Marilyn, Bus Stop.
Junto a Lee Marvin, Jean Seberg se atreve incluso
a cantar en la banda sonora, muy codiciada desde
entonces. Una bella balada que nos descubre un
nuevo talento en nuestra admirada. Y una
oportunidad única, ya que nunca más se atrevería a cantar.
Entre sus amigos
más cercanos se encontraba Nico, la cantante de
la Velvet y actriz, modelo y mujer de Philippe
Garrel, un director de cine que la retratará en
una película del año 74 titulada Les Hautes Solitudes,
por desgracia inédita para nosotros, pero que
por referencias sé que se trata de un filme en
blanco y negro protagonizado por ellas dos y que
recoge la vida cotidiana en una casa. Y además
tiene como curiosidad que es muda, pura
vanguardia de la segunda generación de la
nouvelle vague, ya deudora de la herencia del tan
polémico Mayo del 68, e integrada por el propio
Garrel y por mi admirado Jean Eustache, director
de la polémica y fascinante La maman et la putain.
Jean Seberg en 1970
Cartel de El Atentado (1972)
Dos años antes,
en 1972, Jean se embarcará en otro proyecto
peleagudo, una película de carácter político
realizada en Francia por Ives Boisset y titulada El atentado. Esta es una película en
la que Jean se involucrará bastante y que le
reportará algún premio por su interpretación
magistral. Aunque no se trate de una gran
película, merece la pena por su breve pero intensa actuación.
Ese mismo año es
reclamada desde España por un Juan Antonio
Bardem en horas bajas para interpretar a la madre
de Marisol (sí, habeis leido bien) en uno de
esos pastiches pseudoeróticos que se estilaban
por estos lares en los albores de la dictadura. La
corrupción de Chris Miller, que así se llama el
engendro, es la historia de una madre y una hija
que se rifan e intercambian a los novios y
mantienen una relación semi-incestuosa, que
dará lugar a escenas bastante cutres y poco
eróticas que llegaban hasta donde la, ya en
horas bajas, censura permitia, es decir, muy poca
cosa y risible vista en la actualidad.
Jean Seberg en 1973
En ese viaje a
España sucede otro de los capitulos extraños
dentro de la vida de Jean Seberg. Conoce a un
joven meritorio, en aquellos entonces, Ricardo
Franco, futuro director de cine de joyas tales
como El desencanto, de 1975. Ambos comienzan
una relación oculta y secreta hasta hace unos
años. Una relación de amor-odio que muchos
años más tarde dará lugar al magistral guión
y malograda última película de Ricardo,
titulada Lágrimas negras y que protagonizó Ariadna
Gil. Una película intensa sobre la relación que
mantuvo durante algún tiempo con Jean, una
historia triste que habla de drogas, depresión,
locura y amour fou. Una relación que estaba
desde su comienzo maldita y que nunca ninguno de
los dos quiso contar en primera persona. Aunque
si habeis visto la película que se hizo hace
unos años sabreis que fue muy dura y llena de
inseguridades por las dos partes. Se trataba de
dos personas acomplejadas y de un universo
interior muy rico que se acercaron en un momento
complicado en sus vidas, las cuales quedarán
marcadas desde entonces hasta la muerte trágica de ambos.
Cabe decir que el
guión de la película no deja de ser ficción.
No se trata de una trasposición literal de su vida juntos.
Vivir rodando
Sí, también dirigió.
En 1974, Jean se
puso por primera y última vez detrás de las
camaras. Sería para rodar como directora una
película que también permanece inédita
titulada The Ballad of the Kid y de la que apenas tengo información. Es una más de esas películas que
se han quedado en el olvido como pueden serlo las
películas que rodó Philippe Garrel a principios
de los setenta o las de Eustache, Pialat, Rouch,
Mekas, Anger, Zulueta o el propio Ricardo Franco.
Pequeñas películas que sólo son visibles a
veces en salas de las denominadas hace años, de
arte y ensayo o en cine-clubs de los pocos que
quedan esparcidos por nuestras tierras.
La última etapa
de su vida transcurrió entre psiquiatricos y las
casas de sus pocos amigos (Nico y Garrel sobre
todo). Jean se vio sumida en una gran depresión
debida a los barbitúricos y el alcohol, algo
demasiado típico para alguien que se ha
convertido en un mito, pero cierto como su propia
vida. Nunca repuesta de su persecución por el
FBI, se dedicó a vagar por las calles de su
llorado París igual que una clochard cualquiera,
en busca de su dosis y en la huida de si misma.
Intentando olvidar
el dolor de no haber conseguido sus pequeños
propósitos. Tan sencillos como difíciles de
conseguir para alguién como ella. Tener un hijo
y ser feliz tranquila y rodeada de los suyos.
Algo que no consiguió, ya que una sobredosis se
la llevó en otra de sus escapadas hacia el último suspiro.
Tumba de Jean Seberg en París
Después de varios
días desaparecida alguién encontró su cadaver,
medio descompuesto ya, cerca de un basurero en
las afueras de Paris. Era el 7 de diciembre de 1979.
La foto que abajo
veis es igual al poster que hay pegado en mi
habitación, ese poster robado igual que los
besos robados de Truffaut y que nos devuelve la
imagen que más nos gusta de Jean. La juventud y
casualidad de una mujer de vida triste que nos
hace volar y sentir cuando nos acercamos a ella
en esos trozos de cinta magnética que
conservamos todavía, y visionamos como adictos
siempre que queremos recrearnos en la mirada y en
la expresión de nuestra querida Jean Seberg.
Un mito más a
añadir a la lista, pero no uno cualquiera, sino
una mujer que simpre supo transmitir con sus
gestos y su mirada, la limpieza o la perversidad
de las mujeres que soñamos que nos quisieran.
Por cierto,
aquella chica que se parecía tanto a ella
desapareció de mi vida en algún momento, aunque
a veces aun la veo entre las imágenes que se
componen entre el video y mi cabeza.
Buenos días, tristeza. Y adiós.