
Greta Garbo a los 14 años
Definitivamente, el mito
por encima de la actriz y sus películas. Ya
nadie se plantea si Greta Garbo hizo buenos
trabajos en el cine, o si los directores que la
tuvieron bajo sus órdenes fueron los más adecuados.
Ella pervive en un limbo
privilegiado, situada en una escala de valores en
la que se mide el glamour, la leyenda y la
belleza, y no la calidad de una carrera fílmica.
Garbo es Garbo, y con este axioma es inútil
preguntarse si era o no una actriz excelente, o
si sus films eran o no destacables objetivamente.
La historia de Greta Lovisa Gustafsson empieza en
un clima muy poco glamouroso, en el humilde
barrio de Sobermalm, Estocolmo, el 18 de septiembre de 1905.
Una chica de extraña
belleza y voz ronca, de familia pobre, que
empieza a trabajar en unos grandes almacenes
cuando es poco más que una adolescente. Pronto,
los ejecutivos de los almacenes la utilizarán
como modelo en sus cortos publicitarios. Uno de
estos anuncios atrae la atención del director
Eric Petschler, que la incorpora al film Pedro el Tramposo (Luffar Peter, 1921), y le aconseja entrar en el Teatro Dramático Real de su ciudad.

Greta Garbo en La expiación de Gösta Berling (1924)
El personaje decisivo para
que Garbo enfoque el camino correcto hacia el
estrellato es Mauritz Stiller, reputado y
polémico director sueco que le cambia el
apellido, la lleva a que le arreglen la dentadura
y la somete a una dieta que la deja lista para su
primer film importante, dirigido por el propio
Stiller y de tres horas de duración, La expiación de Gösta Berling (Gösta Berling Saga,
1924). Esta película sería la culminación de
la época dorada del cine mudo sueco.
En tiempo récord, Garbo ya
es alguien en Europa. Por su parte, Mauritz
Stiller recibe una oferta de la Metro Goldwyn
Mayer para trabajar en Hollywood; él acepta con
la condición de que contraten también a Greta.
Así, en 1926, la sueca debuta en el Hollywood
dorado de los veinte con El torrente (The Torrent), dirigida
por Monta Bell. La consolidación de la Garbo
fué rápida, a lo que sin duda ayudaba el hecho
de que no hacía falta que pronunciase una sola
frase en inglés...
En 1927 Edmund Goulding la
dirige en Anna Karenina (Love), un clásico del cine mudo que años despúes tendría una versión sonora con idéntica protagonista.
En 1928 el gran Victor
Sjöstrom, un sueco como ella, la sitúa ya en la
categoría de estrella con La mujer divina (The divine woman). Poco tiempo antes, la Metro ya se había cansado de Mauritz Stiller, y echó al director sin miramientos. Dos años después
Stiller muere en Suecia, lo que significará un
momento realmente bajo para una afectada Greta.

Greta Garbo y Charles Bickford en Anna Christie (1930)

Greta Garbo y Clark Gable en Susan Lenox (1931)
En 1930 los carteles
publicitarios decian: "¡Garbo habla!".
Efectivamente, se estrenaba el primer film sonoro
de la actriz, Anna
Christie (dirigido por Clarence Brown), adaptación de la
obra de Eugene O'Neil que ya había tenido una
versión muda, y con Garbo en el papel de una
mujer de tormentoso pasado que se enamora de un
rudo marino. El acontecimiento despertó una
expectación inusitada, y la Garbo superó la
prueba con nota.
Su transición al sonoro
fue ejemplar, lo contrario de muchas otras
actrices que se derrumbaron al no acoplarse bien
al nuevo sistema; fue este el caso de la supuesta
pareja de Garbo durante muchos años, John
Gilbert, actor reconocido del cine mudo que se
hundió con la llegada del sonoro, cuando se hace
evidente su fea voz de pito. Gilbert fué la
única pareja más o menos reconocida de la
actriz, aunque a nadie se le escapa hoy en día
su condición de bisexual.
Greta tuvo relaciones con
diversas mujeres, entre ellas la poetisa y
aventurera Mercedes Acosta. Siempre inteligente y
calculadora, fue lo suficientemente discreta como
para no dejar que su condición sexual hundiese
su carrera. El sexo en la vida de la Garbo
siempre ha sido algo vetado debido a la obsesiva
reclusión de la actriz, fuera del
sensacionalismo aún cuando millones de personas
querían saber hasta el más mínimo detalle de
su vida privada. Estuvo con diversas mujeres, y
la menstruación, con una periodicidad semanal,
fue un problema mayor para ella, tanto en el sexo
como en la influencia sobre su ya fuerte carácter.
Odiaba las lujosas premiere
de estreno, se negaba a firmar autógrafos y
vetaba las entrevistas sin que la Metro pudiera
decir nada para contradecirla.

Greta Garbo y Lionel Barrymore en Grand Hotel (1931)

Greta Garbo y Ramon Novarro en Mata Hari (1931)
En los años treinta rueda
sus mejores films y alcanza la categoría de mito
que ya nunca le abandonaría. De 1932 es Grand Hotel,
dirigida por Edmund Goulding, un título
importante pues por primera vez se utilizaba la
formula de reunir a varias estrellas en la misma
película a través de un argumento coral que
permitiera el lucimiento de todas ellas. Fue un
éxito e incluso la película ganó el oscar principal.
Ese mismo año hace otro
de sus papeles más famosos en Mata Hari, de George Fitzmaurice,
acompañada por Ramon Novarro y Lionel Barrymore,
y donde da vida a la mítica espía holandesa
durante la Primera Guerra Mundial y ejecutada en
1919. Especialmente famosa es la secuencia del
baile exótico. A partir de entonces el personaje casi legendario de Mata Hari quedaría ligado al rostro de la Garbo.

Greta Garbo en La Reina Cristina de Suecia (1933)
Al año
siguiente protagoniza La Reina
Cristina de Suecia (Queen Christina, 1933), a
las ordenes de Rouben Mamoulian, que para muchos
es el título cumbre de su filmografía, en el
papel de la reina que en el siglo XVII renunció
al trono de Suecia por amor. Mamoulian supo
imprimir a la historia el tono que requería, y
las escenas amorosas tienen una gran fuerza emotiva.
Garbo se tomaba su trabajo
con gran profesionalidad. Trabajaba siempre con
el mismo director de fotografía, William
Daniels, porque exigía siempre una iluminación
concreta para su rostro.
En ocasiones, para rodar
escenas que requerían más concentración de lo
habitual, echaba del plató hasta al mismo
director, dejando que tan sólo se quedaran con
ella el operador de cámara y el iluminador. Era
severa consigo misma, muy crítica, y si no le
gustaba como funcionaban las cosas en el plató
se dedicaba a amenazar al equipo y a los estudios
con frases como: "¡Creo que me vuelvo a
Suecia!". Cuando terminaban las jornadas de
rodaje, se despedía secamente y abandonaba el
plató sin más, para adentrarse en su misteriosa
vida privada, a la que prácticamente nadie
tenía acceso.
Odiaba las lujosas premiere
de estreno, se negaba a firmar autógrafos y
vetaba las entrevistas sin que la Metro pudiera
decir nada para contradecirla. Si le preocupaban
sus películas, y de vez en cuando se adentraba
de incógnito, cubierta con unas gafas de sol, en
algún cine y observaba la reacción del público
ante su película.

Ana Karenina (versión sonora, 1935)
Más éxitos llegaron con Anna Karenina
(1935) adaptación sonora de la inmortal tragedia
amorosa imaginada por Tolstoi, dirigida por el
habitual Clarence Brown y que Garbo ya había
hecho en la época muda. Fue un nuevo triunfo de
la diva sueca, acompañada de un excelente
reparto: Basil Rathbone encarna a su marido,
Fredric March a su amante, y Freddie Bartholomew a su hijo.

Greta Garbo en 1938
En 1936
llega Margarita Gautier (Camille), de George
Cukor, adaptación de la obra La dama de
las camelias de Alejandro Dumas hijo. Es otro de los mejores
papeles de Garbo, como la cortesana tuberculosa
redimida por el amor del joven Armand.
El habitual
Clarence Brown volvería a
dirigirla en Maria Walewska (Conquest), de 1937, y de nuevo otro éxito. Es la historia de los amores palaciegos entre Napoleón, interpretado por
Charles Boyer, y la amante polaca que luego le abandonaría.

Greta Garbo y Melvyn Douglas en Ninotchka (1939)
Ninotchcka (1939), la comedia del alemán
exiliado Ernst Lubitsch, es su ultimo gran
triunfo. Si Anna Christie fuera publicitada en 1930
con el slogan "¡Garbo habla!", en el
caso de Ninotchcka se hizo un
guiño a aquello con el mensaje "¡Garbo ríe!",
pues efectivamente, la actriz se echaba unas
buenas risas en el film, algo inédito en su filmografía. Con Ninotchcka descubrimos la calidad de
Garbo como actriz, y su capacidad para afrontar
géneros como la comedia sin problemas. Por
contra, la película es en general poco
respetuosa con los rusos, y por ello es el
aspecto ideológico bastante cuestionable.
En 1942 Garbo rueda su
último film, La mujer de
las dos caras (Two Faced Woman), una comedia ligera dirigida
por George Cukor, y que resultó un fracaso.
Está considerado un film casi maldito, e indigno
de la divina Garbo (y también indigno de Cukor),
aunque tiene también sus defensores.
Garbo deja pasar la Segunda
Guerra Mundial, pensando que volverá al cine
cuando las cosas estén más tranquilas, pero lo
cierto es que finalmente decide abandonar
radicalmente la vida pública y recluirse en un
apartamento de Nueva York sin querer saber nada
más de Hollywood, la fama o el mundo que la adora.

Greta Garbo en 1951, evitando a los fotógrafos
Ahora se dedicaría a
codearse con la jet set, dar paseos por Central
Park, cuidar su jardín y fumar y beber
cocktails, dos de sus grandes aficiones, además
de relacionarse con sus múltiples amantes.
¿Por qué abandonó el
cine? Tenía tan sólo 36 años, el mundo estaba
a sus pies, podría haber dirigido su carrera
como hubiera querido, ya había demostrado que
era buena actriz y no le faltaba poder para
trabajar con el director que le viniese en gana.
Sorprendentemente
desapareció por completo del mapa hasta su
muerte el 15 de abril de 1990 en Nueva York.
Greta no quiso envejecer en el cine, era mejor
que la gente la conservara en su apogeo de
deífica belleza, en aquellos films en los que
desde el chico de los cafés hasta el director
estaban a su servicio, inmortalizando su figura
para toda la eternidad.