"Cuando
piensas en toda esa gente que conocimos y ha
muerto en esa ofensiva, - Guerra Civil española
- tienes el sentimiento de que estar vivo es algo
desleal"
(Gerda
Taro, unos días antes de morir)
Rafael Alberti recuerda, en
"La arboleda perdida", los años de la
Guerra Civil española y a tantas personas que se
dejaron la piel en defensa de su idea de
libertad. Entre ellas, menciona a dos personajes
románticos, que vinieron para hacer un reportaje
para "Vu" (semanario gráfico
francés):
"Mereceríais ahora -dice el poeta- pequeña
Gerda Taro y Robert Capa, un recuerdo visible en
cualquier campo de batalla de entonces o en el
tronco de cualquier pino de la sierra, para que
sintiéramos ondear, aunque invisible, aquella
pobre bandera tricolor que combatía por la paz
mientra era atacada por los de la guerra".
Dos Robert Capa
Es verdad que no han
quedado estatuas ni monumentos dedicados a los
reporteros, pero no es menos cierto que Robert
Capa consiguió, al menos, un lugar en la memoria
de todos nosotros. Es curioso que precisamente
una de sus fotografías, que más ha dado la
vuelta al mundo, la del miliciano abatido en
Cerro Muriano, haya sido la más cuestionada
tanto por amigos como por detractores. Se
argumenta que no se trata más que de un montaje,
que ese miliciano no caía abatido por el fuego
enemigo sino por las minuciosas instrucciones del
fotógrafo que queria captar una imagen de
impacto para influir en la opinión pública
extranjera. Y decimos que es curioso porque nos
encontramos con un segundo dato: es posible,
incluso, que no fuera tomada por Capa. ¿Quién
pudo ser entonces, el autor de la foto? Su colega
y compañera Gerda Taro, cuyo nombre no es tan
conocido como el de Robert Capa a pesar de que
ella también es Robert Capa, si se nos permite
este pequeño galimatías.

Gerda Taro y Robert Capa
Todos asociamos a Capa con
un rostro; pero no es tan conocido el hecho de
que ese rostro corresponde, en realidad, al de un
fotógrafo judío húngaro, André Friedman, que,
durante los años de hambre en París en los que
intentaba salir adelante con su cámara, entabló
amistad con una chica que cambió por completo su
vida. Se llamaba Gerta Pohorylle, y había nacido
en Stuttgart en 1910 de padres judíos de la
región de Galitzia. Su llegada a París había
sido accidentada, perseguida por la Policía de
Hitler a causa de su actividades pro comunistas.
Conoció a André por casualidad cuando fue a
acompañar a una amiga que trabajaba como modelo
para el fotógrafo. Pronto se hicieron
inseparables y ella aprendió todo lo que él
sabía de fotografía. Sus inicios como pareja
artística no fueron demasiado buenos y apenas
lograban sobrevivir con lo que sacaban con su
trabajo. Pero ella, harta de andar sin dinero,
tuvo una idea:
¿Qué tal si lugar de
presentarse en las agencias y en los periódicos
como dos inmigrantes judíos se hacían pasar por
la secretaria y el ayudante de cuarto oscuro del
célebra fotógrafo estadounidense Robert Capa?
Se ha especulado mucho sobre la elección del
nombre, pero lo que nos interesa aquí resaltar
es que se trataba de un personaje inventado que
supuestamente venía de Estados Unidos con una
fama de gran personaje y artista que ellos mismos
se encargaron de difundir. En aquellas fechas,
ella también cambió su nombre por uno más
sencillo, Gerda Taro.
A partir de entonces les
llovieron las ofertas de las mejores revistas
ilustradas. Las fotografías las realizaban
indistintamente uno u otro, pero siempre firmaban
como Capa. Y así fue al menos hasta bien entrado
el año 1937, en que Gerda Taro comenzó a
desligarse de André, quien mantuvo el nombre
artístico que conservo toda su vida. Por eso, si
pretendemos saber si una foto es de Capa, tenemos
que datarla primero; solo si es posterior a esta
fecha podremos asegurar fehacientemente que fue
realizada por él y no por ella.

Gerda
Taro en el frente de Brunete. La foto está hecha
por Capa y muestra
como arriesgaban su vida para
estar cerca de los acontecimientos
Una fotógrafa en la sombra
De la pareja, uno consiguió justa fama, André Friedman Robert Capa, mientras que Gerda Taro ha quedado solapada tras su estela. Y en su caso es especialmente
triste, porque apenas tuvo oportunidad de volar
por su cuenta. Ya que el 26 de Julio de 1937,
pocos días antes de cumplir los 27 años, murió
en España, víctima de un absurdo accidente
sufrido cuando abandonaba el frente de Brunete.
Alberti quiso dejar memoria
de su figura porque la conoció personalmente y
porque fue uno de los primeros en ver su cadaver.
Él fue quien le organizó un homenaje propio de
caídos en la batalla en la sede de la
"Alianza Antifascista". Homenaje
similar al funeral multitudinario que celebraron
los comunistas en París, ciudad adonde su cuerpo
fue trasladado después.

Robert Capa
Para comprender tanta
expectación en torno a su muerte, hay que tener
en cuenta lo que estaba pasando entonces en
España y en Europa. La lucha entre la democracia
y el fascismo no dejaba indiferente a nadie.
España era el espejo en el que se miraban todos
aquellos que se sentían amenazados por los
totalitarismos, y la única manera de acceder a
lo que estaba ocrriendo era a través de la
prensa. El fotorreportaje, junto a los
noticiarios cinemetográficos, constituía la
fuente primordial de información gráfica. Y fue
en este contexto en el que André y Gerda
llegaron a España con un objetivo concreto:
ofrecer imágenes de lo qye estaba ocurriendo,
con un compromiso político que los colocaba al
lado del Gobierno de la República.

Almería 1937
Su primer contacto con la
realidad española fue brutal, aunque no tuvo
nada que ver con la guerra. Su avión sufrió un
percance y se vio obligado a realizar un
aterrizaje forzoso en las afueras de Barcelona.
Nadie resultó gravemente herido, pero el susto
debió ser grande y mayor ante la necesidad de
recorrer el resto del camino hasta la ciudad en
un país desconocido y que se hallaba sumido en
una feroz contienda. De aquellos primeros días
en la Ciudad Condal tomada por los anarquistas
son las fotografía de Capa realizadas a los
grandes edificios públicos y hoteles,
convertidos en sedes de sindicatos y parrtidos de
izquierdas; tambien las de las primeras
milicianas y las de los soldados que salían de
la estación en tren hacia el frete de Aragón.
Tras una semanas,
decidieron acercarse al frente. Partieron a
finales de Agosto de 1936 hacia Huesca y
realizaron lo que el biógrafo de Capa Richard
Whelan califica como su primer fotorreportaje, el
de los milicianos de Tardienta, que apareció sin
firma en "Vu" el 27 de aquel mismo mes.
En septiembre continuaron
su viaje hacia Toledo, cuyo Alcazar se hallaba
sitiado por las fuerzas republicanas. En él se
habían refugiado a las ordenes delgeneral
Moscardó, las familias de los guardias civiles y
se preparaba su voladura en el momento que Gerda
y André entraban en la ciudad. Impacientes ante
la lentitud de los acontecimientos, decidieron
marcharse antes de que llegaran las tropas de
Franco y rechazaran a los republicanos. André
pasó por Barcelona en su camino hacia París
para preparar un reportaje, mientras Gerda se
quedó en España realizando algunos trabajos
para "Regards", que ya comenzó a
firmar con el nombre de Taro y a veces como Taro
y Chim, fotógrafo con el que la pareja mantuvo
una gran amistad. Para entonces, la revista
"Vu" había cambiado de dueño, de
dirección y de filiación partidaria. Taro dejó
de trabajar para ellos y contrató reportajes con
"Regards", al amparo de Partido
Comunista Francés. Fueron unos meses de
distanciamiento con Capa, tanto físico como
emocional y profesional. Iban y venían de París
para descansar; para elaborar reportajes, algunos
de los cuales aparecían firmados solo por Taro;
para hacer nuevos contacto con revistas como la
estadounidense "Life" y, más tarde,
con la fracesa "Ce Soir".
A principios de 1937, en
febrero, volvieron a trabajar juntos en España.
En esta ocasión viajaron a Málaga para cubrir
la entrada de los nacionales, la tragedia que
supuso la huída de los habitantes de la ciudad
hacia el este y el bombardeo de la carretera y
del puerto de Almería por parte de los
sublevados. Fotografiaron entonces a los
refugiados en Murcia. Son imágenes llenas de
dolor en las que quedó plasmado el terror que
aquellos hombres, mujeres y niños habían vivido
en su éxodo. Whelan señala como en los rostros
de los niños perduraban los gestos de
desesperación varios días despues del
despiadado ataque de los fascistas.
En
Madrid con Alberti
Después de esto, la esperanza de los republicanos estaba puesta en la resistencia de Madrid. La pareja se dirigió hacia el Jarama (por entonces fuera del alcance
de los rebeldes). En la capital ambos se alojaron
en el hotel Florida, donde coincidieron con
Hemingway, y frecuentaron el ambiente de los
periodistas internacionales en torno al café de
la Gran Vía, así como el edificio de
Telefónica donde su encontraban las oficinas
republicanas de control de prensa. Al poco
tiempo, el 26 de Abril, se produjo el terrible
bombardeo de Guernica y André partió solo hacia
Bilbao. En Mayo, volvieron a reunirse en
Navacerrada y realizaron juntos el reportaje de
La Granjuela. En junio, Gerda y André volvieron
a los alrededores de Madrid para sacar
fotografías del laberinto de trincheras
realizado por los republicanos en los alrededores
del hospital Clínico de la ciudad universitaria.

Gerda Taro
De las fechas en que Gerda
tuvo oportunidad de trabajar en solitario data su
relación con Albert, quién, recién llegado de
la URSS con unas cámaras fotograficas nuevas y
una ampliadora, montó una especie de taller
fotográfico en la planta baja del edificio de la
"Alianza Antifascista". Ahí, Gerda le
enseñó nociones de fotografía. Se conserva
alguna de las fotos que Gerda le hizo junto a
Teresa, su compañera, y el general Miaja.
Gerda se relacionó con
otros escritores, a los que también fotografió.
A mediados de julio se celebró en Madrid y
Valencia el II Congreso Internacional de
Escritores en Defensa de la Cultura. De aquel
encuentro han quedado algunas muestras del
trabajo de Taro en solitario. Sus retratos de
José Bergamín o de Julián Benda son de
aquellos días.

En julio, le llegaría su
verdadera oportunidad en el frente de Brunete. El
12 de ese mes cubrió el triunfo de los
republicanos, que se había producido con
relativa facilidad, aunque después (los días 24
y 25) se iban a complicar las cosas con un
contraataque de las fuerzas de Franco, apoyadas
por la aviación alemana, que acabó en derrota
republicana.
Gerda Taro no se perdió el
triunfo republicano en esa primera fase de la
batalla. Su reportaje fue publicado en
"Regards"; de las fotografías que
incluia, la más celebre fue la del miliciano
pintando la hoz y el martillo en las paredes de
lo que parece ser la entrada del Ayuntamiento del
pueblo. Las fotos de Taro tienen las mismas
características que las de Capa; como él,
sabía aprovechar la oportunidad del momento y
las hacía a pocos metros del lugar donde se
concentraba la acción. Era la primera vez que
los reporteros podían acercarte suficientemente
al frente, gracias a la ligereza del nuevo equipo
fotográfico, pero tambien es cierto que fue la
primera ocasión en que se atrevieron a hacerlo,
y Gerda Taro nunca mostró temor.

Noticia
de la muerte de Gerda Taro aparecida en una periódico
Irónicamente no perdió la
vida en el frente. Y eso que el avance de las
tropas de Franco fue tan contundente que las
bajas entre los republicanos ascendieron a 6.000,
contando heridos, muertos y desertores. De
aquellos terribles días, Ted Allan, comisario
político de una unidad canadiense de
transfusión de sangre, recordaría más tarde
como Gerda lo había convencido para regresar a
Brunete y como había hecho sus más osadas
fotografías en mitad de la batalla, bajo el
inclemente fuego de la aviación alemana. Porque
eso era precisamente lo que la fotógrafa quería
mostrar al mundo: que se estaba dejando a la
República sin apoyo armado, a causa de unos
supuestos acuerdos de neutralidad internacional,
cuando en realidad los golpistas contaban con la
ayuda militar de los nazis. Solo cuando se quedó
sin carrete y vio que todo estaba perdido, Gerda
accedió a las suplicas del Ted y salieron de ese
infierno. Al atardecer del día 25 de julio,
agotada por el cansancio, el dolor y la rabia por
lo que había vivido, pero seguramente emocionada
por las imágenes que acababa de captar, subió
al estribo del automovil del general Walter
(voluntario polaco de las Brigadas
Internacionales). De pronto, un nuevo ataque
aereo hizo que cundiera el pánico y uno de los
tanques que regresaba en el conwoy realizó una
falsa maniobra con tan mala fortuna que fue a
embestir el coche del general. Gerda Taro fue
aplastada por el tanque pero no mirió de
inmediato. Se la trasladó al hospital más
cercano en El Escorial. Dicen que preguntó por
sus cámaras antes de morir, pero sus últimas
fotos desaparecieron para siempre.

Un
dibujo que ilustra la noticia del accidente en el
que murió Gerda Taro
Esta historia la
he copiado del número de Agosto de 2005 de la
revista "Clio" y está firmada
por la historiadora Ada Simón y el escritor Emilio
Calle, autores del libro "Los
barcos del exilio", publicado este año.
