2ª parte
Pero
había en ella una integridad moral profunda que
le hizo advertir que la justicia y el cambio
social que ella deseaba no se conquistaría nunca
desde los refinados y exclusivos circuitos de
escritores, artistas e intelectuales frívolos,
donde las ideas revolucionarias y los propósitos
de reforma social no eran, en la mayoría de los
casos, más que un juego de salones burgueses,
una retórica sin consecuencias.
En 1838
aparece otra novela titulada Mephis, que ella describe como
una novela "filosófica y social".
Mucho más
importante es su siguiente proyecto, un libro
sobre el Londres de la pobreza y la explotación,
la cara oculta de la Revolución Industrial y del
capitalismo victoriano. Viajó a la capital
británica para documentarse, y estuvo cuatro
meses visitando talleres, prostíbulos, barrios
marginales, fábricas, manicomios, cárceles,
mercados de cosas robadas, asociaciones
gremiales, etc. También, para contrastar, estuvo
en el Parlamento británico, en las carreras
hípicas de Ascot o en algunos clubes aristocráticos.
El
resultado es el libro Paseos en Londres (1840),
una diatriba feroz y despiadada contra el sistema
capitalista y la burguesía a quienes Flora hace
responsables de la espantosa miseria, la
explotación de los obreros y de los niños, y de
la penosa condición de la mujer, obligada a
prostituirse para sobrevivir o a trabajar por
salarios miserables comparados con los ya
modestísimos que ganaban los hombres. Llega a
decir que "la esclavitud no es a
mis ojos el más grande de los infortunios
humanos desde que conozco el proletariado inglés".
De forma
significativa el libro fue silenciado en la
prensa burguesa, y sólo mereció reseñas en las
publicaciones obreras. La razón es que Flora
comenzaba a poner el dedo en la llaga de una
sociedad enferma, y ello significaba enfrentarse
con terribles enemigos.
Sin
embargo en Londres no solo vio a niños
trabajando en las fábricas jornadas de catorce
horas, o muchachas adolescentes a las que en los
burdeles les obligaban a hacer todo tipo de
asquerosidades para satisfacer a los burgueses.
También pudo ver como se ponía en marcha el
movimiento obrero, como se organizaban los
trabajadores por distritos, ciudades y fábricas,
como los cartistas hacía manifestaciones
públicas, recogidas de firmas, reuniones
clandestinas, etc. Esto la hizo sentirse
esperanzada, y la concvenció de que solamente la
unión internacional de los trabajadores de todo
el mundo tendría la fuerza necesaria para poner
fin al sistema presente e inaugurar una nueva era
de justicia e igualdad sobre la tierra. Fue la
primera en proclamar: ¡Trabajadores
del mundo, uníos!. Poco tiempo después Karl
Marx consiguió darle forma y soporte teórico a
esta idea con la publicación del Manifiesto Comunista.
El
proyecto político de Flora Tristán lo
expondría en su libro La Unión
Obrera (1843), para cuya publicación
debió recurrir a una colecta entre sus amistades
y gente afín a sus ideas. Busca que su libro sea
parte del plan para organizar a la clase obrera
en una gran organización internacional, una
Unión universal de obreros y obreras.
Esta
revolución debe ser pacífica, inspirada en el
amor por la humanidad e impregnada de un
espíritu cristiano que (como quería Saint
Simon) rescate la generosidad y la solidaridad
con los humildes del cristianismo primitivo que
la Iglesia Católica luego traicionó y
corrompió identificándose con los poderosos.
La
revolución no será nacionalista, sino que
tendrá un carácter internacional. El
instrumento de la transformación social será
ese ejército de trabajadores laico y pacífico,
la Unión Obrera, donde hombres y mujeres
participarán en un plano de absoluta igualdad, y
que, mediante la persuasión, la presión social
y el uso de las instituciones legales, irá
transformando de raíz la sociedad.

Esta
Unión deberá estar bien financiada, a fin de
emprender desde el principio algunas reformas
sociales urgentes. Cada obrero cotizará dos
francos anuales y como hay ocho millones de
obreros en Francia, eso significa un capital de
16 millones con los que, de inmediato, se
iniciará la apertura de escuelas para los hijos
y las hijas de los proletarios, los que
recibirán una educación gratuita y sin
discriminación por sexos.
La
Unión, a la manera de los cartistas británicos,
exigirá que la Asamblea Nacional admita en su
seno a un Defensor del Pueblo para que luche
desde allí por la aprobación de las medidas
revolucionarias: el restablecimiento del
divorcio, la abolición de la pena de muerte y,
la principal, el derecho al trabajo, mediante el
cual el Estado se compromete a garantizar un
empleo y un salario a todos los ciudadanos sin excepción.
A
la manera de las falanges o falansterios ideados
por Charles Fourier, la Unión creará los
Palacios Obreros, complejas unidades de servicios
múltiples, donde los trabajadores y sus familias
recibirán atención médica, educación, podrán
retirarse a pasar una vejez segura y protegida,
donde se prestará socorro, consejo e
información a toda víctima, y donde quienes
dedican largas horas del día a trabajar con sus
manos podrán disfrutar de la cultura y educar su espíritu.
Estas
ideas tenían en su época un caracter quimérico
que hacían desconfiar incluso a los propios
obreros, ya que les parecían poco realistas. Es
interesante darse cuenta de que con el paso del
tiempo la mayoría de estas reivindicaciones se
han ido consiguiendo en muchos países, a traves
de la Seguridad Social y de múltiples reformas legales de todo tipo.
Los
dos últimos años de la vida de Flora Tristán
fueron de una actividad incesante, volcada a
hacer realidad su proyecto unionista. Su piso de
la Rue du Bac se llenaba de obreros y dirigentes
de mutuas y gremios, y se celebraban
interminables reuniones. También pudo comprobar
como entre los propios obreros abundaban los
prejuicios burgueses y las actitudes machistas,
algo que trató de cambiar con toda su energía.
En
abril de 1844 inició una gira propagandística
por el centro y el sur de Francia, que en su
proyecto debía ser sólo la primera parte de un
recorrido por las otras regiones del país y luego por toda Europa.
Desgraciadamente
su cuerpo ya estaba debilitado por la enfermedad y su estado de fatiga se
acrecienta en cada etapa, a lo que
se añadía la hostilidad de las autoridades. En algunas ciudades tuvo
problemas con la policía que la vigilaba de
cerca, pues la consideran una sediciosa.

Enferma
gravemente en Montpellier, donde permanió cerca
de dos meses. Allí se entera de que va a ser
desalojada de su casa en París, pues la culpan
de ser la instigadora de una huelga obrera. Tiene
una nueva recaída en Burdeos, y en esta ciudad
del sur de Francia muere el 14 de noviembre de
1844, con solo 41 años y rodeada de muchos de
sus seguidores. Fue enterrada en el cementerio de
los Cartujos. Los obreros organizaron una colecta
para erigirle un monumento.
Deja una obra inédita, La emancipación de la mujer, publicada postumamente en
1846.
Su vida
estuvo llena de vivencias que fueron un estímulo
para la reflexión y la acción, y que hicieron
de ella un precedente del feminismo moderno.
El
feminismo de Flora Tristán se engarza en los
ideales de la Ilustración, y por lo tanto sus
reivindicaciones presuponen la idea de que todos
los seres humanos nacen libres, iguales y con los
mismos derechos. Pero manteniendo la continuidad
con el pensamiento de autoras anteriores, como
Mary Wollstonecraft, Flora Tristán va un paso
más allá, imprimiendo a su feminismo un giro de
clase que en el futuro daría lugar al feminismo marxista.
Para Flora
la situación de las mujeres se deriva de la
aceptación del falso principio que afirma la
inferioridad de la naturaleza de la mujer
respecto a la del varón. Este discurso
ideológico, hecho desde la ley, la ciencia y la
religión, siempre al servicio de las clases
dominantes, margina a la mujer de la educación
racional y la destina a ser la esclava de su amo-marido.
Hasta
aquí el discurso de Flora es similar al del
sufragismo, pero el giro de clase comienza a
producirse cuando indaga en las causas de esta
marginación de las mujeres. Así, la exclusión
de las mujeres en el ambito educativo tiene
causas económicas: no se envía a las niñas a
la escuela "porque se le saca
mejor partido en las tareas de la casa, ya sea
para acunar a los niños, hacer recados, hacer la
comida, etc"
Ideologicamente
se emparentaba con las corrientes críticas de su
época, las que comunmente se engloban dentro del
socialismo utópico, aunque teorizando ya sobre
la necesidad de una unión obrera, es decir, de
un partido obrero. El propio Karl Marx le
reconoció su carácter de precursora
de altos ideales nobles.
Flora
dirige su discurso al análisis de las mujeres
más desposeídas, dei las obreras, y aquí hace
obsevacones muy interesantes. A su juicio el
trato injusto y vejatorio que sufren estas
mujeres desde que nacen, unido a su nula
educación y la obligada servidumbre al varón,
genera en ellas un carácter brutal e incluso
malvado. Para Flora, esta degradación moral
reviste la mayor importancia, ya que las mujeres,
en sus múltiples funciones de madres, amantes,
esposas, hijas, etc, lo son todo en la vida del
obrero, e influyen a lo largo de toda su vida.
Esta situación "central" de la mujer
no tiene su equivalente en la clase alta, donde
el dinero puede proporcionar educadores y
sirvientes profesionales y otro tipo de distracciones.
En
consecuencia, educar bien a la mujer obrera
supone el principio de la mejora intelectual,
moral y material de toda la clase obrera, mujeres
y hombres. Flora, como buena socialista confía
enormemente en el poder de la educación.
En La Unión Obrera
señala que "todas las desgracias
del mundo provienen del olvido y el desprecio que
hasta hoy se ha hecho de los derechos naturales e
imprescriptibles del ser mujer".
