"Tras apoderarse
de la obra realizada a lo largo de toda mi vida,
me obligan a cumplir los años de prisión que
tanto merecían ellos..." Estas palabras
fueron escritas por Camille Claudel al cumplirse
el séptimo año de lo que ella misma calificaba
como "penitencia", su internamiento en un manicomio.

Lo
que desconocía entonces es que al final de sus
días, 23 años después, se encontraría en ese
mismo lugar, el sanatorio mental de
Montdevergues, y del mismo modo, encerrada.
La suya
es una historia donde se entremezcla el talento
con el amor y la locura con el arte. El nombre de
Camille Claudel, que nació en
Villeneuve-sur-Fère el 8 de diciembre de 1864,
ha trascendido al tiempo, muy a su pesar, más
por ser musa y amante del escultor Auguste Rodin
que por su talento artístico. Pero a diferencia
de otros dúos musa-artista (Gala y Dalí,
Modigliani y Jeanne Hébuterne), éste contaba
con un ingrediente que lo hacía más apasionado
si cabe: ambos eran creadores.
Hasta no
hace mucho las sombras oscurecían las razones
por las que Camille, tiempo después de romper
con el gran amor de su vida y tras un periodo de
enfermedad y encierro, pasó los últimos 30
años de su existencia internada y aislada del
mundo a petición de su propia madre.
Recientemente
han salido a la luz unos documentos encontrados
en el sótano de un asilo de París en 1995 por
Philippe Versapuech, investigador en historia
psiquiátrica. En ellos consta el diagnóstico
realizado en su día por los doctores que
observaron en la paciente delirios paranoicos.
Pero entre esos papeles también se encuentran
cartas de la propia Claudel que denuncian con
extraordinaria lucidez la dureza de su
confinamiento, su soledad y el odio creciente
hacia quien fue su maestro y amante.
Auguste y
Camille se encontraron por primera vez en 1883
cuando el escultor, entonces con 43 años,
visitó el taller donde ella, de 19, trabajaba.
A Camille
le había costado mucho esfuerzo que sus padres
aceptaran su vocación artística en un tiempo en
que las cosas no eran fáciles para una mujer, y
menos si pretendía dedicarse a la escultura. Su
madre se oponía duramente a lo que considera una desviación
radical de las reglas que regían la vida
burguesa en la sociedad del momento. Solo
encontró consuelo en su hermano Paul, quien se
convertiría en un célebre escritor.
En 1881 la familia
se traslada a vivir a París, al barrio de
Montparnasse. Camille siente pasión por la
escultura y se matricula en la Academia
Colarossi, que estaba dirigida por el escultor
Alfred Boucher. En 1882 Camille se independiza y
alquila un apartamento junto a unas amigas inglesas.
Rodin
(París, 1840) era ya un escultor de renombre que
ya había realizado El
pensador y tenía el encargo de
crear Las puertas del
infierno, inspiradas en la Divina
Comedia de Dante, para un museo de artes
decorativas que nunca se llegó a abrir. El
realismo de sus obras contrastaba hasta tal punto
con lo que críticos y artistas estaban
acostumbrados que incluso llegaron a acusarle de
haber moldeado la figura de una de sus obras, La edad de bronce, directamente sobre el
cuerpo del soldado que había posado para él.
Su
devoción por el arte le llevó a matricularse a
los 14 años en la Petite École, una escuela
pública donde estudió dibujo y matemáticas. En
tres ocasiones pidió ser admitido en la Escuela
de Bellas Artes y otras tantas fue rechazado.
Destrozado por la muerte de su hermana mayor
Marie, había decidido en 1862 ingresar en la
orden de los Padres del Santísimo Sacramento,
fundada por el padre Eymard. Fue éste quien
alentó su vena artística y pronto su falsa
vocación religiosa dejó paso al creador que llevaba dentro.
Poco
después, en 1864, el mismo año del nacimiento
de Camille, conocería a Rose Beuret, una
costurera que se convertiría en su compañera
para toda la vida, madre de su único hijo y
vértice de un triángulo donde Camille Claudel
era quien más tenía que perder.
Almas gemelas
Aquel
primer encuentro en el taller, rodeada de figuras
a medio terminar, el polvo flotando en el aire, y
vestida con el amplio jubón que utilizaba para
esculpir, fue impactante para el ya maduro
artista de barba rojiza y ojos miopes. Camille le
deslumbró. "Una frente espléndida sobre
unos magníficos ojos de un azul tan extraño que
difícilmente se encuentra fuera de las portadas
de las novelas", diría de ella su hermano,
el poeta Paul Claudel, en 1951.
Pero no
sólo fue su belleza, sino que le fascinó su
obra. Nada más ver sus yesos descubrió en ella
un alma gemela, alguien que como él vivía por y
para los perfiles. Alguien que, como él, se
zafaba del academicismo para liberar las figuras,
dotarlas de movimiento y emoción, transformando
poses clásicas en nuevas formas de poderosa vitalidad.
No pasó
mucho tiempo antes de que Rodin le propusiera
trabajar en su taller. Era la única mujer entre
sus alumnos, y rápidamente se convirtió en
objeto de guiños y sonrisas, desde que se hizo
evidente el magnetismo que ejercía sobre el
maestro. Su rostro, su talle, sus formas, pronto
fueron reconocibles en las esculturas de Rodin,
para escándalo de su familia. Antes musa que modelo y amante.
La obra de la
escultora, muy cercana a la de su maestro, no es
nunca una mera copia. Se produce entre ambos un
clima de colaboración y enfrentamiento que
enriquece la labor mutua. Frecuentan juntos los
ambientes artísticos y culturales más
importantes del París de la época y pasan
juntos largos períodos fuera de la ciudad, pero
Rodin está unido sentimentalmente a otra mujer, Rose Beuret.
En 1888
Camille realiza uno de sus mejores trabajos: Sakountala (en mármol blanco), que encierra además un
gran significado personal. Esta basada en un
drama indú escrito por Kalidasa, y representa al
rey Dusyanta de rodillas pidiéndole perdón a su
amante, la bella y pura Sakountala, por no haber
cumplido su promera de reconocerla a ella y a su
hijo. La pieza forma una unidad sólida y firme, de gran
cohesión y sencillez plástica.

"SAKOUNTALA"
De 1893 es Clotho (en yeso),
una de sus esculturas más conmovedoras, una
alegoría de la vejez y de la muerte que
representa a la figura del Destino, una de las tres Parcas de la mitología romana.

'CLOTHO'
En 1895, Camille
Claudel termina El Vals, una escultura en bronce
de la que logra arrancar un dinamismo
sorprendente. La pareja de bailarines que la
constituyen apenas se sostienen. Casi salen del
espacio virtual de la escultura rompiendo sus
ataduras con la roca para alejarse a danzar
libremente por el salón imaginario. La tensión
aumenta por el modo en que en un juego de
ilusión perfecto los rostros de ambos amantes se entre tocan.

"EL VALS"
Rodin y
Claudel robaban tiempo a sus vidas, quedándose
un poco más tarde que los demás en el taller
para poder estar solos, hasta que en 1886 Rodin
alquiló la casa conocida como Le Clos Payen.
Allí establecieron un taller privado que, sin
embargo, nunca fue un hogar común. Él nunca
abandonó, quién sabe si obedeciendo a la
ternura, al amor o a la culpabilidad, a quien fue
su paciente y fiel compañera, Rose.
En su
pequeño reducto de creación, ambos trabajaban
de igual a igual. Pero fuera de esas cuatro
paredes, ella era sólo la alumna de Rodin, o
peor aun, su amante. Cada vez que Camille
exponía llegaban a sus oídos los comentarios de
quienes veían detrás de sus creaciones la mano
del maestro, pues no la creían capaz de crear
por sí misma, pese a las palabras del artista:
"Le he enseñado dónde encontrar oro, pero
el oro que encuentre le pertenece a ella".
En
general, las críticas fueron positivas, pero no
vendía, no recibía encargos. Todo lo contrario
que Rodin: en su taller los cinceles de sus
ayudantes no descansan, es nombrado caballero de
la Legión de Honor, expone junto a Monet, le
piden un monumento a Victor Hugo y otro a Balzac...
Camille
se sentía humillada, oscurecida por el genio de
su mentor; quería demostrarse a sí misma y a
los demás que era una mujer, sí, pero también
una gran escultora. En 1894 se inicia un
progresivo distanciamiento de la pareja que se
convierte en una ruptura definitiva a finales de
1898. Ella era presa de los celos, artísticos y
amorosos. Era consciente de que Rose siempre se
interpondría entre ellos porque Rodin ni
siquiera se planteó dejarla cuando estuvo
embarazada de un hijo que nunca llegó a nacer.
Se
estableció por su cuenta. "Se me reprocha
(¡espantoso crimen!) haber vivido sola",
escribiría en 1917. Pasó así unos años de
febril dedicación a la escultura en los que
apenas salía de casa, abandonada de sí misma y
sufriendo penurias económicas.
De 1898
es uno de sus trabajos más ambiciosos, el grupo
escultórico La
edad madura (en bronce), realizado en
el momento de su definitiva ruptura con Rodin. Es
una alegoría que consta de tres figuras, y muestra a un hombre que
es llevado por una anciana, alejándolo de una
mujer joven arrodillada e implorante, es evidente
el sentimiento de abandono ante la separación de
su amante. Pero más allá de su historia
personal, Camille Claudel realiza una obra
simbólica que invita a una meditación sobre las
relaciones humanas. El grupo puede interpretarse
como una alegoría del tiempo que conduce
inexorablemente al hombre de la juventud perdida
para siempre a la vejez anunciadora de la muerte.

'LA EDAD MADURA'
En 1905
realiza su última gran escultura, titulada El abandono (en bronce), donde
retomaría el tema de Sakountala. A simple vista ambas
parecen casi iguales, sin embargo son muy
diferentes, no solo porque El abandono es de menor tamaño, sino porque se
aleja de Sakountala en su solidez y
cohesión. Esta vez, algunas partes parecen no
respetar las proporciones geométricas y el
espacio virtual de la escultura. Mucho menos la
proporción de la figura humana. A Camille ya no
le interesa respetar a su maestro, ya no cree en
su amante, se siente perseguida, finalmente, por su Deseo.

'EL ABANDONO'
En 1905
ya se encuestra enferma. Comenzó a sentir miedo,
apenas comía por temor a ser envenenada y
destruyó a martillazos buena parte de sus
propias obras. Eran los primeros síntomas de una
demencia que tenía como blanco de sus iras a
Auguste Rodin, al que tanto había amado. Era
presa de ideas paranoicas acusando a Rodin de
haberle robado sus ideas y de planear una
conspitación para asesinarla.
El 3 de
marzo de 1913 moría su padre, Louis-Prosper
Claudel, la única persona de su familia en la
que Camille encontró algo de comprensión aparte
de su hermano, que por esta epoca estaba de diplomático en China.
Una
semana después, el 10 de marzo, fue arrastrada
fuera de su apartamento e introducida en una
ambulancia. Su madre, Louise, había firmado los
papeles para su internamiento en el sanatorio de
Ville-Evrard ante la opinión médica de que
sufría severos trastornos mentales que la
hacían peligrosa para sí misma y para los
demás. "Triste sorpesa para una artista,
eso fue lo que obtuve en lugar de una recompensa,
suelen ocurrirme semejantes cosas",
escribiría ella después.
Hoy se
sabe que en su primer día de ingreso, el doctor
Truelle le diagnosticó "una sistemática
manía persecutoria" y "delirios de
grandeza" por los que se creía víctima de
"los ataques criminales de un famoso
escultor", como consta en los documentos
recientemente hechos públicos, desmintiendo así
la idea, en cierto modo romántica, de que su
encierro fue ordenado por su familia para evitar el escándalo.
"En
el fondo, todo eso surge del cerebro diabólico
de Rodin. Tenía una sola obsesión: que, una vez
muerto, yo progresara como artista y lo superara.
Necesitaba creer que, después de muerto,
seguiría teniéndome entre sus garras igual que
hizo en vida", llegó a escribir, en un
ejemplo de cómo la pasión se tornó en odio y paranoia.
Rodin
continuó con su labor creativa y cedió gran
parte de su obra al Estado, donación con la que
se creó el Museo Rodin que abriría sus puertas
en 1919 y que en la actualidad conserva la mayor
colección de las obras de Camille Claudel, 15 esculturas.
El 29 de
enero de 1917, Rose y Rodin se casaban después
de compartir 53 años de sus vidas. Ella murió
16 días después de la boda y él en noviembre
de ese mismo año. Reposan juntos en Meudon
(Francia), coronada su tumba por El pensador.
Camille
vivió en la más extrema soledad ("Necesito
ver a alguna persona que sea amiga"), ya que
su madre solicitó que no se le permitiera
recibir visitas ni mantener correspondencia.
Así, en total abandono, con la mayor parte de su
obra destruida por sus propias manos y olvidada
por todos, murió en el sanatorio de
Montdevergues (al que había sido trasladada en
1914) el 19 de octubre de 1943.
"No
he hecho todo lo que he hecho para terminar mi
vida engrosando el número de recluidos en un
sanatorio, merecía algo más".