2ª parte
En 1942 publica La séptima cruz (Das siebte Kreuz, 1942), su novela más conocida y que le daría fama mundial, especialmente a partir de la adaptación cinematográfica que
hizo Fred Zinnemann en 1944, con Spencer Tracy de
protagonista. Es la historia de la huída de
siete presos de un campo de concentración nazi,
de los que sólo se salvará uno. La autora
describe la fuerza y la voluntad inquebrantable
del ser humano en un país dominado por el fascismo.
Imágenes de la película La Séptima Cruz (Fred Zinnemann, 1944)
La voluntad y la fuerza para resistir no son patrimonio exclusivo de los militantes conscientes, sino también de
gente apolítica, de gente de la calle, como un
párroco, un médico judío, un aprendiz de
jardinero, o una modista. Todos ellos desarrollan
la fuerza de su humanidad para conseguir escapar.
La novela muestra que en la transformación, en
el cambio individual, va implícito el cambio del
conjunto, de la totalidad.
En 1944 publicó también en México la novela Tránsito (Transit), otra de sus obras maestras, considerada por
muchos como la novela más importante que se haya
escrito sobre el exilio. En ella se narra la
experiencia de los exiliados que esperaban en
Marsella el tránsito hacia América huyendo de
los nazis. En Marsella en 1940 se apiñaban
republicanos españoles, judíos, desertores,
comunistas e intelectuales venidos de todas
partes de Europa, con los nazis pisándoles los
talones. La ciudad era una algarabía de gente
que buscaba un medio para salir rumbo a cualquier
parte. Son refugiados saltando de un consulado a
otro en busca de los papeles que les permitan embarcar.
Marsella es una ciudad a la que había que acceder sólo para poder irse, la cadena de tramites burocráticos
que mantiene a los que huyen en permanente estado
de alerta, se tensa cada vez que se anuncia la
partida de un barco hacia Martinica, México,
Brasil o Estados Unidos. Quien no consiga irse
será devuelto a su origen. El exilio aparece
situado en un punto de máxima tensión, en ese
espacio y tiempo en el que la víctima parece
suspendida en el vacío con un pie en cada uno de
los extremos del abismo: el lugar de salida y el lugar de llegada.
En junio de 1943 Anna resultó herida en un accidente de tráfico, lo que le hizo pasar un tiempo en el hospital.
Probablemente fue atropellada, aunque algunos
dicen que fue arrojada desde un coche. Lo cierto
es que ella no se refirió nunca a este incidente.


Anna Seghers en 1947
Por fin el 22 de abril de 1947, catorce años después de su partida, Anna Seghers regresó a Berlín, que en
aquella época era, en palabras de Bertolt
Brecht, un aquelarre de brujas. Muchos
intelectuales que regresaban del exilio se
encontraron de pronto viviendo "atemorizados
por las intrigas, sospechas y vigilancias":
la guerra fría había comenzado.
En ese año se le otorgó el premio Georg Büchner. Inicialmente vivió en el sector occidental de Berlín, pues quería que
sus libros se leyeran también en las zonas no
rusas. Sin embargo la persecución de era objeto
hizo que en 1949 se instalara finalmente en la
zona soviética, la futura República Democrática Alemana.
En realidad, la mayor parte de los escritores alemanes exiliados regresaron a la zona de administración
soviética: Bertolt Brecht, Ernst Bloch, Willi
Bredel, Johannes R. Becher, Friedrich Wolf,
Ludwig Renn, Wieland Herzfelde, Stefan Heym,
Arnold Zweig, Jan Petersen, Stephan Hermlin y
Erich Arendt. Años más tarde a la pregunta de
por qué regresó a la zona de administración
soviética respondió Anna Seghers:
"Porque
aquí puedo alcanzar la resonancia que todo
escritor desea. Porque aquí existe una estrecha
relación entre la palabra escrita y la vida.
Porque aquí puedo expresar para qué he vivido"

Anna Seghers y Georg Lukacs (Berlín, 1952)

Anna Seghers bei einer Lesung 1962

Anna Seghers y Christa Wolf en 1973
Anna Seghers se convertirá así en una de las intelectuales más importantes de la República Democrática
Alemana, tanto en el interior como en el
extranjero. Desde 1952 hasta 1978 fue la presidenta de la
Federación de Escritores de la RDA.
De 1949 es otra de sus obras importantes, titulada Los muertos no envejecen (Die
Toten bleiben jung), donde narra la vida de un
grupo de comunistas de distintos países entre
1918 y 1945. Tras las revoluciones frustradas en
1918-1919, los luchadores, desmoralizados, se
replantean su futuro entre la continuidad en la
lucha o la claudicación y el regreso a la vida
privada. La primera opción es muy dura, pero la
otra, más cómoda sin duda, es la vuelta al vacío.
De su producción posterior cabe destacar La resolución (Die Entscheidung, 1959), La fuerza de los débiles (Die Kraft der Schwachen,
1965), y Das Vertrauen (1968)
En 1951 le fue concedido el Premio Lenin de la Paz.
En 1955 Anna Seghers y su marido se mudaron a un modesto apartamento en Volkswohlstraße 81 (calle hoy
llamada Anna-Seghers-Straße), en
Berlín-Adlershof, donde vivió hasta su muerte y
que hoy aloja un museo sobre su vida y obra.
En esta época tambien realizó numerosos viajes, a China, la Unión Sovética, Polonia, Francia, Suecia,
Alemania Occidental, etc, participando en
discusiones sobre literatura y política.
Cuando en 1957
Walter Janka, el director de Aufbau-Verlages (una
editorial donde Seghers publicaba), fue procesado
por una presunta "conspiración
contrarrevolucionaria", ella intervino a su
favor junto con Walter Ulbricht, aunque sin éxito.
En 1978 murió su marido Lazslo.
Anna Seghers murió en Berlín el 1 de junio de 1983.
Tumba de Anna Seghers en Berlín
Esta gran novelista alemana recorrió todos los géneros narrativos, desde la novela corta, hasta leyendas
y cuentos. Narrar significaba para ella contar
historias. No se dejó tentar por las tendencias
hacia lo documental o el ensayo. La reflexión,
la meditación, el estudio y otras
consideraciones no aparecen como elementos
épicos independientes en la estructura de sus novelas y narraciones.
Sus personajes son
protagonistas activos a pesar de todos los
conflictos, complicaciones y contradicciones que
configuran la primera mitad del siglo XX. Para
ella no había final de la historia, sino historias sin fin.
Ninguna derrota, de las tantas que contó desde La revuelta de los pescadores de Santa Bárbara en 1928, significaba una conclusión o un cierre definitivo. Las derrotas
nunca son definitivas. La vida no se detiene. Los
problemas rebrotan detrás del reguero de sangre
de la represión. Si se analiza despacio, se
observa que junto a la derrota y la resignación
brotan también elementos de esperanza, la
posibilidad de superar los peores momentos.
Anna Seghers recreaba la célebre frase de Rosa Luxemburgo de que el camino victorioso de la clase obrera está siempre salpicado de derrotas.
Anna Seghers centró sus temas novelísticos en la situación de la clase obrera en aquellos años. Su gran capacidad para observar, de captar la realidad
con todos los sentidos se expresa ya desde las
primeras narraciones con un estilo muy
sintético, duro, parco, y condensado, que es una
de las caracteristicas de toda su obra.
Aunque cada una de
sus novelas y narraciones trate del destino
individual, todas tienen en común la idea de la
irrupción de la humanidad en una nueva era,
donde la vida, la experiencia humana y el propio
discurrir de la historia alcanzan contornos cada vez más definidos.

Sus personajes aparecen agobiados por la vida, pero no son capaces de poner en relación su estado y sus vivencias con la situación política que los
provoca. Anna Seghers descubre la relación de la
vida personal con la lucha politica, se pregunta
si puede existir vida privada en un marco de
confrontación social, y si la voluntad de
transformación de la vida individual no ha de
desembocar en lucha politica. Según sus propias palabras:
"En
esas historias hay muchos personajes desesperados
y que se hunden. Cuando se escribe, hay que
hacerlo de tal manera que detrás de la
desesperación surja la posibilidad de algo
nuevo, y detrás del hundimiento, el poder emerger"
La obra de Anna
Seghers fue valorada de forma muy diversa en las
dos Alemanias después de la Segunda Guerra
Mundial. Mientras que en la República
Democrática le fueron concedidos los premios
literarios más importantes, en la República
Federal la condenaron a ser ignorada y fue presa
de la hostilidad dictada por los criterios de la
Guerra Fría, debido a su condición de
comunista. Esta es una de las razones de que Anna
Seghers sea poco conocida en España.
A partir de los
años noventa parece haber una valoración más
favorable de la obra de Anna Seghers en los
manuales de referencia alemanes. Sin embargo, con
frecuencia sigue siendo un tabú a la hora de
hablar de la importancia de su literatura, algo
habitual en aquellos intelectuales no sometidos a
la ideología dominante.