Alexandra
David-Néel nació en París, en el barrio de
Saint-Mandé, el 24 de octubre de 1868, y
falleció en Digne, sur de Francia, en 1969 a la edad de 101 años.
Durante su niñez,
para escapar del aburrimiento, dirigió su mirada
hacia el exterior, hacia el mundo. Un mundo de
sueños y de mapas. Descubrió la India, China,
Japón, Corea, Singapur, Tibet... lo que llevó a su padre a decir:
"Mi hija
tiene la piel blanca pero el alma amarilla".
Esta afición por
los grandes espacios muy pronto se transformó en una feroz independencia.
Alexandra David-Néel de niña
Ya a los cinco
años se escapaba por los bosques de Vincennes. A
los quince, se fue sola a realizar un periplo por
las orillas del mar del Norte. A los dieciocho,
reincidió, recorriendo Suiza e Italia aunque
para la época todo esto equivalía a un crimen,
que una jovencita andara sola por los caminos,
¡¡a finales del siglo XIX!!. Rebelde a
cualquier presión, anarquista, se puso
voluntariamente al margen de su clase social.
En Inglaterra,
donde estudiaba, entró en contacto con la
Sociedad Teosófica, lo que despertó sus afanes
de espiritualidad. Conoció el budismo lo que
marcaría su vida y sus inquietudes. Esta pasión
por la espiritualidad, junto con una pequeña
herencia, fue lo que la llevó a ir por primera
vez a la India. Tenía 23 años. Sólo vió
algunas estatuas de Buda y hordas de mendigos.
Decepcionada, prometió volver.
Alexandra David-Néel en su época de cantante
Abandonada a su
suerte pues su familia ya no tenía medios para
mantenerla, Alexandra entonces explotó uno de
sus dones: el canto. Como decenas de otras
cantantes que animaban las lánguidas veladas de
la aristocracia o de la alta burguesía parisina,
ella empezó a hacer correr el cachet. Después,
descubierta por el compositor Massenet, firmó un
contrato como primera cantante de la ópera de
Hanoi. Segundo contacto con Asia.
Durante una nueva
gira, esta vez por el norte de África, conoció a
Philippe Néel, se casaron. y durante algunos
años llevaron una vida feliz en Túnez. Pero
pronto Alexandra se puso a viajar, a dar
conferencias sobre filosofías orientales y a
escribir ensayos. Estos últimos tendrán
bastante éxito y se la reconocerá en círculos
universitarios en 1911. Sin embargo, en ese año
de 1911, Alexandra atraviesa una crisis de
existencia, ya que probó el amor y el amor la
decepcionó, conoció el éxito y el éxito no la
llenó, experimentó el atractivo de la vida
sedentaria y esa existencia confortable pronto le cansó.
Alexandra David-Néel en su primera expedición al Tibet (1912)
Lugar de acampada en Kangchenjunga, Sikkim durante su primera expedición al Tibet (1912)
Decide volver a
viajar sola. Regresar a Oriente. Y es en el
verano de 1911 cuando Alexandra abandona Túnez y
el budismo que ya había prendido en ella se
afianza totalmente. En la India, conoce a Aphur
Yongden, joven tibetano de 14 años que
renunciará a todo con tal de seguirla y que se
convertirá en su hijo adoptivo. Durante dos
años, viven en el Himalaya, después...Japón, Corea, China.
Alexandra David-Néel y Lama Yongden en Lahsa (1924)
Dos años vivirá
en el monaterio de Kum Dum (China), siendo
admitida, incluso en las ceremonias secretas,
algo impensable para una mujer. Decide ir a
Lhasa, la ciudad prohibida del Tibet. Y después
de infinitas dificultades lo consigue disfrazada
de viejecita, pero como ocurrió con el
descubrimiento de la mítica Tombuctú, Lhasa la
decepciona. A pesar de todo, Alexandra se
quedará unos meses, corriendo el inmenso riesgo
de ser descubierta bajo su disfraz. Esta es la
noticia que la agencia Havas publicará el 24 de
enero de 1925 y que recorrerá el mundo:
"Se anuncia
que una francesa, la señora Alexandra
David-Néel, quién se fue de Francia en 1911
para ir a la India, logró entrar en Lhasa,
ciudad prohibida para los extranjeros."
Al pasar la
frontera india y al retomar contacto con la
civilización, Alexandra comprenderá enseguida
que el mundo cambió. Hojeando las revistas,
descubre con estupor el mundo después de la Primera
Guerra Mundial: los años locos, los
impresionistas, los coches hispano-suiza, incluso
el mapa del mundo ha cambiado...
Alexandra toma
conciencia de que es famosa en todo el mundo, y
este hecho no le decepcionará. A su regreso,
puede comprobar que su popularidad está en la
cima. Su nombre va de boca en boca. Los
americanos la bautizaron como "la mujer
sobre el techo del mundo". La cubren de
distinciones honoríficas. Le piden artículos,
libros, conferencias. Y en todas partes triunfa.
A su lado, siempre, Aphur Yongden quien, para
algunos, es una curiosidad local.
Alexandra escribe
libros que son éxitos totales en la época:
"Viajes", "Místicos y magos del
Tibet", "Iniciaciones lamas",
"El Lama de las cinco sabidurías", etc.
Pero el éxito
pasa en pocos años. Otros han entrado también
en Lhasa, a ella sólo le resta el mérito de
haber sido la primera. Mira a su alrededor, toma
conciencia plena de la realidad de la sociedad:
"Pienso que el mundo llegó al momento de su
decadencia" , declara refiriéndose a la
afirmaciones de los textos sagrados de Oriente.
No obstante, sólo
piensa en una cosa: volver a irse. Para
reencontrarse con Asia y "para sentirme
viva". Regresa a China, pero allí se
enfrentan nacionalistas y comunistas y China
amenaza la política expansionista de Japón.
Sobre sus impresiones de China escribe
"Magia de amor y magia negra".
Se marcha de
Pekín, a los pocos días es invadida por los
japoneses. A los sesenta y nueve años, Alexandra
David-Néel es una fugitiva sumergida en la más
espantosa de las guerras. Pasa por las
calamidades más inimaginables, pero se siente
joven. "Jamás sentí miedo, lo digo de
corazón", declarará en sus escritos.
Alexandra David-Néel y Lama Yongden embarcando en el río Yang-Tse
A comienzos de
1938, Alexandra y Yongden remontan huyendo el
Yang Tsé a bordo de un vapor. Después de
atravesar ríos y cadenas montañosas a pié,
llega el 4 de julio de 1938 a Tatsienlu, capital
de Sikang. Alexandra tiene setenta años. El
viaje de huída ha durado dieciseis meses.
Durante seis
años, en medio de una quincena de extranjeros,
Alexandra y Yongden esperarán el fin de las
hostilidades, viviendo los dos en una pequeña
ermita abandonada. El 8 de septiembre de 1939, se
enteran de que la guerra ha estallado en Europa.
Esto le hace sentirse hundida, está cansada. A
su llegada a Asia, pesaba 80 kilos, ahora sólo pesa 50.
El 27 de julio de
1945, finalmente llega en avión a la India y de
allí a Europa. Su Asia, la Asia que amó, yace
sobre los escombros del bárbaro siglo XX.
Por fin, se
instala junto a Yongden en su finca de Francia.
Durante un cuarto de siglo, Alexandra David-Néel
no cesará de hablar del País de las Nieves. El
budismo tibetano se convierte en su "fondo
de comercio", exigiéndole una producción
literaria abundante para sobrevivir.
Alexandra David-Néel en su centenario
Hasta el final,
sin embargo, no dejará de ser esa mujer rebelde,
joven a pesar de los años, quien a fuerza de
voluntad, franqueaba con un increíble optimismo
todos los obstáculos que se le presentaban. Un
empleado municipal del pueblo donde se encontraba
la residencia de Alexandra, su finca, tendrá
pruebas de la juventud y optimismo de Alexandra
cuando, la víspera de sus 101 años, la vea
entrar en su oficina con una sonrisa en los
labios. La señora Alexandra David-Néel iba
simplemente a pedirle que... ¡se le renovara el pasaporte!.
Yongden muere en
1955. Alexandra le seguirá en 1969.
